sábado, 20 de diciembre de 2008

“Progres” de boquilla, retrógrados de corazón


El ejercicio de la retórica se muestra como elemento fundamental de la democracia. Esto es que la convivencia se basa en el mutuo respeto de los individuos, y el ejercicio de la comunicación ha de hacerse con libertad y en condiciones garantes de recepción mutua en el intercambio de ideas y pareceres por parte de los intervinientes.


Esto ha quedado en entredicho por algunos retrógrados y reaccionarios en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. Una facultad autoproclamada “Progresista y abierta” por casi todos los que la integramos.

El miércoles 3 de diciembre de 2008 a las 11:30 horas estaba convocada una conferencia por parte de Josep Piqué, exministro de Asuntos Exteriores entre 2000 y 2002 en el Gobierno de José María Aznar (PP). La conferencia fue organizada y respaldada por los profesores, Enrique Curiel, Julián Santamaría y Patxi Aldecoa (Decano de la facultad), nada sospechosos de afinidad con el conferenciante, y quiso ser escuchada por profesores y alumnos que formamos parte del ambiente universitario de esta facultad. Pero no por todos. Algunos (retrógrados y reaccionarios) quisieron dejar constancia de su falta de civismo y de espíritus democrático y republicano (en sus sentidos más clásicos y puros) impidiendo el lógico transcurso de la conferencia y, posterior, turno de preguntas y debate (que no sé si llegó a celebrarse porque quien se desahoga con ustedes decidió abandonar el salón de actos entre el cabreo y la vergüenza ajena sentida). Durante casi toda una hora la conferencia quedó reducida a un enfrentamiento entre quienes vociferaban interrumpiendo el lógico funcionamiento de las exposiciones y quienes defendíamos la libertad de expresión ante su ultraje por parte de esos “progres” de boquilla y retrógrados de corazón.

Luego resulta que aparecen en los medios de comunicación imágenes y comentarios acerca de la imposibilidad de expresarse en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UCM, y que, como consecuencia, nadie quiere (se atreve) a expresarse allí (¡una Universidad!) por miedo a recibir insultos y represalias. No es de extrañar que así sea viendo la oligocracia que unos pocos retrógrados y reaccionarios pretenden imponer en un centro universitario al que quieren llamar “progresista y abierto”. A eso se dedicó el fascismo y en eso basó parte de su ideario: en callar las bocas de quienes no sean considerados afines.

No es que uno comparta ideas con Josep Piqué (más bien me encuentro más cercano a sus antípodas ideológicas), ni que sea condescendiente con su actuación política (todo lo contrario, soy de lo más crítico), pero uno cree que en el respeto al otro, pues es principio básico para la discusión y la convivencia; es virtud cívica.

Y hago propia una de las frases lanzadas a los vientos por los retrógrados y reaccionarios: “le llaman democracia y no lo es”. “Es fascismo”, añado yo. ¿Qué ciencia política y que sociología van a poder hacer estos aprendices de dictadura?


Publicado en Tribuna Complutense el 9 de diciembre de 2008

martes, 21 de octubre de 2008

Sigüenza




Una ancha carretera que se despega de la general recorre entre campos y montes hasta divisar la ciudad en toda su grandeza. Abajo, el valle del Henares; en el centro, la Catedral, y en lo más alto, el imponente y palaciego castillo. Sigüenza es una de esas ciudades que despliegan todo el olor de la historia que contienen aquéllas tierras. Como en los más clásicos cuentos, por Sigüenza pasaron batallas, héroes, caballeros, princesas y, sobre todo, obispos. Porque la que ha marcado la historia de la comarca seguntina y la mayor parte del patrimonio que en ella se levanta es la administración señorial del obispado que allí se asienta desde la conquista de los cristianos por parte de, según cuenta la leyenda, el monje guerrero Bernardo de Agén para ampliar las pertenencias de los reyes castellanos, dinastía encabezada por entonces por doña Urraca.

Al entrar en la ciudad nos acoge un fresco parque lleno de álamos que dan sombra al paseante y refleja la viveza gentil con la que uno se encuentra al llegar aquí. De la zona baja parten dos calles hacia arriba que nos llevarán de paseo po r la historia: la que dicen del Humilladero y la dedicada al historiador Manuel Serrano Sanz, que enlaza directamente con la plaza de las Ocho Esquinas y con la Mayor. Sabemos de lo empinadas de las dos cuestas; aún con ello presente decidimos tomar la primera, que recorre extramuros la parte más antigua de la ciudad hasta el castillo. Subiendo por esta cuesta uno siente como si no pudiese pasar al interior de la cercada ciudad. Las casas siguen el trazado de la antigua muralla medieval, incluso en uno de los edificios todavía se alza uno de los torreones vigía, el que llaman del Peso. La fuente de Valencia ofrece agua fresca para seguir intentando la empresa, y al llegar al arco del Portal Mayor uno se imagina cuántas personas habrán quedado a sus hoy desaparecidas puertas sin poder descubrir los encantos seguntinos. La constante cuesta concluye bajo el majestuoso y, a la vez, austero castillo, lugar de inicio de la civilización de estas tierras desde épocas remotas. La villa romana, la ciudadela visigótica, la alcazaba andalusí y el castillo de los Obispos de Sigüenza. Sus fuertes muros poblados de almenas, sus torreones, su patio de armas, sus salones y la celda donde estuvo presa Blanca de Borbón han visto pasar dos mil años de Historia en uno de los más importantes centros de comunicaciones de la península Ibérica.

Cerca del castillo, bajando por la calle que llaman de San Juan, se encuentra la soportalada plazuela de la Cárcel, conjunto que sorprende sobre todo por su amplitud en contraste con las callejuelas por las que se accede. Por aquí se han visto pasar a los reos y se han comprado los productos que ha dado las tierras del abadengo.

La estrecha Travesaña Alta nos conduce en escasos metros hasta el palacio de los marqueses de Bédmar, más conocida como la casa del Doncel, casa familiar de Martín Vázquez de Arce, el joven Doncel de Sigüenza que murió con tan solo veinticinco años en la guerra de Granada. Un fuerte torreón almenado de tres plantas, estrechas ventanas y varios escudos que dan cuenta de sus inquilinos. Enfrente, la iglesia de San Vicente, erigida en honor al santo que celebraba su onomástica el día que fue conquistada por los cristianos, un frío 22 de enero de 1124.

Camino de la calle Mayor nos recibe la iglesia de Santiago. Desde allí ya se contempla, cuesta abajo, la fachada lateral de la Catedral cisterciense, con el cimborrio, el rosetón, la torre del Gallo y la puerta del Mercado o de la Cadena presidiendo. La calle Mayor es estrecha y empinada hasta llegar a la amplia plaza Mayor, soportalada por dos flancos, la del Ayuntamiento y los adyacentes hasta la puerta del Toril, y destacando la avistada fachada lateral catedralicia. La Catedral, románica de transición al gótico, tiene aspecto fortificado, con almenas en sus cumbres. El interior es amplio, no tanto como otras del estilo, en donde destacan las sacristías, los altares, las capillas, las portadas, el presbiterio... rincones, rincones, rincones... y, como no, la escultura sepulcral de Martín Vázquez de Arce, el Doncel.

Con la Catedral llegamos al fin del viaje. Ya sé que quedan muchos recovecos por disfrutar, pero Sigüenza no se visita en un día. El arte y la historia hace parar a uno y recrearse mucho tiempo en tan monumental belleza.

sábado, 3 de mayo de 2008

Sobre los trasvases al Levante y a La Mancha


¿Hasta cuándo estamos dispuestos a aguantar? Desde luego no hay provincia más rentable para una comunidad autónoma que Guadalajara para la llamada Castilla - La Mancha. Los embalses de Entrepeñas y Buendía están a día de hoy al 17,25 y al 10,74% de su capacidad (según los datos de 29 de abril de 2008 del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino). Durante casi tres décadas se ha estado trasvasando agua del Mar de Castilla al Levante español y a La Mancha a destajo. A cambio, el Gobierno de Toledo ha estado recibiendo cuantiosas compensaciones económicas; dinero que desde luego no ha llegado en suficiencia para paliar los daños que el trasvase Tajo-Segura ha generado en poblaciones alcarreñas ribereñas del Tajo. Mientras los pueblos manchegos reciben fuertes inversiones en carreteras e industria, que sin duda les facilitan un desarrollo espectacular, la provincia de Guadalajara (a excepción del corredor del Henares) sigue en un subdesarrollo constante con respecto a éstos, a demás de una perdida continuada de población en muchas comarcas por falta de inversiones sin que el Gobierno regional ponga solución al problema. En definitiva, Guadalajara dá a Castilla - La Mancha lo que nunca ha recibido de ella.


Llegados a este punto me formulo una pregunta: ¿Qué sería de la economía manchega sin el regalito de Guadalajara? Desde luego que sufriría un declive importante, como lo sufren los pueblos alcarreños ahora. ¿Nos merecemos esto los guadalajareños? Pues parece que nadie pone solución a este engorro de ser el chollo de los manchegos; todos contentos con ser los sirvientes de una región de la que no estamos identificados y que no nos ofrece nada. ¿De qué nos sirve ser castellanomanchegos? Simplemente termino diciendo que si hablan de solidaridad, la practiquen, y que el desarrollo llegue a todos por igual, no para unos pocos privilegiados.

viernes, 4 de abril de 2008

El hombre viejo de ojos tristes y sonrisa amable


Nunca faltaba a mi paseo matutino por las calles de la ciudad, bien para ir a trabajar, bien por simple placer. La calle Mayor era de paso casi obligado. Y en mitad de la calle Mayor, una plaza. Y sentado en uno de los poyos que rodean el jardín de la plaza un hombre viejo. Apuesto y gallardo; alto, delgado; vestido de traje, bien conjuntado con un precioso sombrero italiano negro adornado por una larga pluma de halcón; siempre con una sonrisa en la boca, pero una acusada tristeza en los ojos delatando una vida nada fácil.


Siempre estaba allí. No faltaba ningún día, si el tiempo acompañaba. Unas veces dando de comer a las palomas que se prodigan por el centro urbano, otras leyendo un libro. Y un libro de antología poética de Miguel Hernández leía un buen día que, sin prisa ninguna y sin cosa mejor que hacer, decidí acercarme a él con curiosidad, por charlar y pasar un poco la mañana.

-Buenos días tenga usted –le saludé.

-Muy buenos días –me dijo en un tono amable y complaciente dedicándome una sonrisa. Aún así me fijé todavía más en sus tristes ojos. Había algo ahí que daba a entender sufrimiento, y no precisamente por lo que estaba leyendo.

-Preciosa poesía la que escribió Miguel Hernández.

-Mucho. Está llena de fuerza, de sentimiento. Trataba la palabra como nadie –la mezcla de la amabilidad que mostraba en sus palabras y la tristeza de sus ojos se reafirmaba en cada una de las palabras y de los gestos que con ellas hacía.

-“La casa sola y sin nadie./ Mi almohada sin aliento./ La guerra, madre: la guerra” –me acordé de los versos que el poeta dedicó a la crueldad de la guerra.

-“La vida, madre: la vida./ La vida para matarse” –replicó con cierto tono risueño, siempre con la amabilidad que parecía caracterizarle.

-Paso todos los días por aquí –decidí cambiar radicalmente de tema, no quería pillarme con el del libro pues lo leí hace mucho tiempo y no sé si me hubiese acordado muy bien de algunas cosas- y siempre le veo bien dando de comer a las palomas, bien leyendo un libro. Me resulta usted un tipo curioso.

-Jajaja. ¿Curioso? Jajaja –la risa era corta y disimulada, pero sincera. Lógicamente a cualquiera le hace gracia que venga alguien por las buenas y le diga amablemente que es un tipo curioso.- Si, la verdad es que no soy el arquetipo de persona que suele encontrarse muy a menudo por la calle. Vestir de traje y sombrero no es muy usual, no. Al menos de diario.

-Desde luego que no –le contesté con gracia.

Se hizo un silencio entre los dos que duró cinco o seis segundos, tiempo en el que me pude volver a analizar sus ojos. Me seguía impresionando la acusada tristeza que mostraban.

-¿Sabes, joven? –rompió el silencio –hoy tenéis posibilidad de vivir muy bien desde pequeños. Y eso tienes que aprovecharlo, porque no tendrás otra oportunidad como esta. Cuando yo era un mozo de tu edad la vida no era tan sencilla.

-Desde luego que sus ojos lo denotan –no pude callarlo.

-¿Se nota?

-Si, desde luego que si. O, mejor dicho, lo he notado yo, que me fijo mucho en esas cosas. Pero ¿cómo fue su vida para que hoy sus ojos delaten esa tristeza?

-Ya te digo, joven, que nada fácil. Yo provengo de una familia con tradición hidalga y burguesa centenaria. Gente rica y de poder, pero siempre con las típicas rencillas familiares, a veces fuertes y sonadas. Somos famosos en la ciudad precisamente por esas disputas entre hermanos por temas de herencia. Esa familia es por parte de mi padre, Francisco, un hombre muy religioso, estricto, austero, llevado por alegorías y emblemas. Un hombre trabajador, si, pero a su manera y empeño, con egocentrismo y de fuerte mando; para él era un orgullo pertenecer a una familia destacada por su hidalguía.

>>Mi madre, Libertad de nombre, sin embargo venía de familia humilde y trabajadora; hija de un obrero empleado de mi abuelo paterno, de la cual se enamoró mi padre. Es normal que se enamorase de ella, era muy guapa, preciosa; amable y dispuesta a ayudar a quien se lo pidiese; siempre dispuesta para todo, muy abierta y de buen trato. Y muy inteligente y culta.

-En eso usted es su vivo retrato.

-Si, eso es cierto no lo puedo negar. Leía mucho. Soñaba con una gran biblioteca en su casa, pero mi padre nunca se lo permitió. Decía que eso no era de provecho, que era tirar el dinero. Que su familia era lo que era no por leer “pamplinadas”, como él solía decir, sino por trabajar por su rey y sacar fruto de la inversión de la gran herencia histórica que su familia obtuvo a lo largo de los siglos.

Se veía que tenía una gran admiración por su madre y un cierto odio a su padre, pero no me parecía suficiente motivo como para que sus ojos denotasen esa tristeza. Sin embargo, el viejo hombre empezaba a emocionarse mientras recordaba su infancia. En un principio parecía que iba a guardarse lo que estaba rondando por su cabeza, pero no tardó en soltarlo de tal manera que no podía guardárselo.

-Mi madre –prosiguió -se veía cada vez más acorralada ante la testarudez de mi padre. Fue ella quien empezó a criarnos a mi hermano y a mi.

-¿Su hermano? ¿Tiene un hermano? –pregunté con sorpresa.

-Si, mi hermano José. Éste si salió a mi padre.

Se le notaba cierta antipatía al mentarle. Al parecer las abismales diferencias entre los padres habían pasado a los hermanos.

-Como decía, –continuó -fue mi madre quien nos crió desde el principio. Mi padre se pasaba el día “cumpliendo con la patria”, como aseguraba jactándose, o en la taberna arreglando el país. Cuando volvía a casa, todos firmes. Sin embargo, cuando él faltaba mi madre si nos educaba. Nos enseñaba los misterios de la vida. leíamos a los poetas del 27, Aleixandre, Lorca, Miguel Hernández; a los grandes clásicos como Shakespeare o Cervantes. De vez en cuando nos llevaba al cine para ver las películas de estreno. Nos quiso inculcar unos valores de libertad y de respeto. Era una ilustrada en toda regla y era lo que quería que fuésemos nosotros.

>>Pero alguien le debió dio la voz de alarma a mi padre. Una tarde llegó más pronto de lo normal a casa muy cabreado y sin pedir explicación comenzó, primero, a vocear primero a mi querida madre –comenzaba a emocionarse más mientras lo contaba, brillándole los ojos más de lo normal –y, seguidamente, a golpearla a mano abierta y de manera muy violenta. Mi madre gritaba, taire tras taire, aún sabiendo que eso no le iba a servir de nada. Conseguía zafarse, pero su verdugo, y nuestro verdugo al fin y al cabo, conseguía alcanzarla quitándose el cinturón y latigueándola con ello, con saña, con violencia. La gente lo estaba viendo por la ventana desde la calle, pero nadie hacía nada. Todos hacían la vista gorda. Mientras, nosotros, los dos infantes, escondidos tras la mesa asustados viendo como mi madre era vejada por mi padre que, sin remordimiento alguno, seguía castigándola con aquel cinturón de cuero.

>>Así, entre insultos y golpes, estuvo aquel hombre maltratando a mi madre sin cesar hasta que ésta cayó sangrante en el suelo sin poder mover ni siquiera un dedo de la mano. Esa noche mi madre durmió en el patio de la casa, sobre el barro que propició las lluvias del otoño, sin moverse. No pude dormir traumatizado por lo ocurrido. Me quede mirándola toda la noche desde la ventana de mi habitación. Al alba vi como se empezó a levantar, no sin dificultades, tras recuperar el conocimiento. Tan deprisa como pudo, y con el mayor sigilo que los mareos la permitían salió de la casa huyendo hacia no se sabe donde. Sólo sé que tomó camino de la estación.

-¿Nunca volvió a saber de ella? –me interesé mientras mi mente seguía consternada por la historia.

-Si. Al huir mi madre, mi padre nos internó en un colegio jesuita de Madrid, del cual de decía que era el mejor de todo el país. Una mañana, cuando me acercaba a la mocedad, recibí noticias del padre de mi mejor amigo de la infancia que trabajó con mi abuelo materno en la fábrica hasta que éste se trasladó a Valencia. Al parecer allí estaba mi madre, viviendo con él, en una pequeña de una barriada de los alrededores de la ciudad. Sin mucho pensar, y antes de que mi padre volviera a casa preparé una maleta con cuatro trapos y algo de dinero, despisté a la criada, y fui corriendo a la estación a coger el primer tren en busca de mi madre. Cuando llegué a Valencia estuve tres días vagando por sus calles y arrabales hasta que di con la casa donde se encontraba. Reconocí a mi abuelo llorando apesadumbrado. Mi madre se hallaba tendida en la cama. Se había acabado. Murió sin poderme despedir de ella.

Se estaba aguantando las lágrimas. A pesar de los años que habían transcurrido sus ojos todavía delataban esa pena por su madre, por su querida madre. Me interesé por su vida desde entonces.

-La pasé en Valencia hasta que me enteré de la muerte de mi padre, que volví aquí, ya sabiendo que él no me podía hacer nada.

-¿Y su hermano? ¿Sabe algo de él?

-Sólo sé que tiene el mismo carácter y la misma mentalidad que mi padre. Intentó quedarse con mi parte de la herencia pero el juez intervino en el reparto. No quedé muy contento yo, menos es nada. Al menos mis hijos pueden vivir bien, aunque les importen poco quiénes son su padre y su abuela y de dónde vienen. Son muy independientes.

Se hizo tarde y el calor del mediodía empezaba a notarse. Le mostré mi gratitud por esa mañana, devolviéndomela y deseándome suerte en la vida. Me levanté, le di la mano y comencé a alejarme. Sólo había dado dos pasos cuando me surgió una última pregunta.

-Perdone, no me ha dicho su nombre.

-Me llamo España, Liberto España.

lunes, 24 de marzo de 2008

Carril deprimido, o deprimente. Noticias que hablan solas y no dicen nada


Uno se levanta por la mañana, lee las noticias y piensa que algunos políticos e informadores le toman por tonto. Leo en La Tribuna de Guadalajara de hoy una noticia que titula "Los atascos de entrada a Guadalajara por la N-320 están lejos de solucionarse". La noticia, de primeras, se prevé interesante. El susto llega con la entradilla: "Fomento ha adjudicado la construcción de un carril deprimido a la altura del Hospital, lo que sólo aliviaría el problema hasta la altura de la glorieta de Cuatro Caminos". Bien, vale. Y ahora uno piensa ¿qué es un carril deprimido? Uno continúa leyendo la noticia y vuelve a encontrar dos referencias al susodicho "triste" carril: en una el propio periodista comenta reproduciendo las palabras de Juan Pablo Herranz, subdelegado de Gobierno en Guadalajara, y otra, las palabras del propio Herranz a continuación: "El subdelegado de Gobierno en Guadalajara, Juan Pablo Herranz, explicó a La tribuna de Guadalajara, que el problema de los vecinos de estos municipios para llegar al Hospital se va a solucionar en unos meses con la construcción de un paso deprimido a la altura del Hospital. «Los vehículos que vengan de Sacedón pasarán por un carril deprimido y la entrada del Hospital se conserva, de esta manera no habrá problemas a la entrada del centro hospitalario», indicó Herranz". ¿Paso deprimido? ¿Carril deprimido? ¿Qué es eso? En la noticia ninguna explicación. Lo dan por sabido. Ninguna noticia más al respecto en ningún otro periódico de la provincia (al menos en su versión digital). Ya veo las tertulias de esta semana en un bar cualquiera de Sacedón: "Manolo, ¿has visto lo del carril deprimido ese?". " Algo he oído, si". "¿Y qué te parece? ¿Qué es eso, tu que entiendes de coches?" Y tratará de explicar lo que ha entendido de leer esas dos palabras juntas. El resultado, un diálogo de besugos para matar el tiempo.

Busco en el famoso buscador Google y sólo aparecen tres referencias sobre el carril deprimido, que encima se encuentran en la misma situación que esta noticia, no dan ninguna explicación sobre su significado. Busco paso deprimido y ¡por fin! Un montón de noticias de periódicos digitales latinoamericanos que dan cuenta sobre la construcción de un famoso paso deprimido en sus respectivas ciudades. En ninguna explica exactamente lo que es, pero al menos se puede deducir que se trata de una especie de carril especial de incorporación en desnivel, por lo poco que he entendido.

Lo que parece claro es que el político ha querido dárselas de sabio con el hecho de introducir una palabreja nueva en nuestras conversaciones y que el informador no ha puesto el más mínimo interés por preguntar o informarse sobre a qué se refería el señor Herranz con eso del carril deprimido. En fin, que uno se deprime ante estas cosas.

viernes, 21 de marzo de 2008

Destrucción del patrimonio, olvido del ser


Nicolás Maquiavelo escribió que "el príncipe debe leer las obras de los historiadores, y en ellas examinar las acciones de los hombres eminentes, viendo cómo se han conducido en la guerra, estudiando las razones de sus victorias y de sus derrotas a fin de que esté en condiciones de evitar las últimas e imitar las primeras" (El Príncipe. Capítulo XIV. Ed. Taschen. Colonia, Alemania, 2007). Adaptemos ahora estas palabras a la sociedad actual en referencia a la importancia de conocer la Historia. Y es que su conocimiento es fundamental, siguiendo la línea de argumentación del pensador florentino, para no repetir los errores del pasado y para imitar los hechos positivos. En definitiva, para aprender de la experiencia, además de definir quiénes somos, el por qué de nuestro pensamiento, por qué el mundo que vivimos es como es, cuál es la explicación a los problemas que percibimos actualmente, etcétera.


Pero la Historia no sólo está escrita en los libros. Más bien estos se han tenido que nutrir del legado patrimonial que nos han ido dejando nuestros antepasados. Los edificios y las esculturas con valor histórico-artísitco son la redacción misma de la Historia; en ellos se contempla el devenir general de los pueblos y los territorios y son la señal inequívoca y universal de los siglos. Por ello es necesaria su conservación, aunque, de ello tenemos una consciencia general desde hace poco más de un siglo, y de eso sabemos mucho en Guadalajara. ¿O no? Uno contempla la magnífica imagen general de la Guadalajara del siglo XVII o XVIII (si no recuerdo mal) que se encuentra en uno de los pasillos del ayuntamiento y se imagina una ciudad amurallada rica en patrimonio donde la Historia rezuma por los cuatro puntos cardinales, una ciudad que poco tenía que envidiar a otras como Toledo, Alcalá de Henares o Salamanca. En cambio, de aquella imagen a la estampa actual se ha producido un cambio radical, y para peor si nos referimos a este asunto del patrimonio histórico. La desaparición de las murallas, de las que quedan alguna mínima piedra y un par de torreones; la destrucción, abandono y reconstrucción y nueva destrucción y nuevo abandono del alcázar; la destrucción de innumerables iglesias tales como las de San Miguel y de San Gil; el bombardeo del palacio del Infantado por parte de las tropas rebeldes durante la última Guerra Civil y su chapucera reconstrucción; decenas de palacios reducidos a escombros; etcétera, etcétera, etcétera. Y, lo peor, que seguimos sin aprender viendo el currículum llevado en los últimos lustros: se tiró el palacio de los Guzmán para construir un feo edificio con fin a albergar una residencia universitaria, quedando nada más que la portada y una forja de un balcón en el parque del Balconcillo; la agresión cometida al palacio de Dávalos con el nuevo edificio para la biblioteca (porque del palacio original sólo queda la portada y cuatro columnillas, así que de rehabilitación nada); muchas casonas del centro cayeron en escombros... ¿Y a cambio qué obtenemos? Monstruos arquitectónicos tales como el centro cívico, la sede de Ibercaja, la de Caja de Guadalajara, la de Rayet y la de Hercesa en la plaza de Santo Domingo (grandes potencias económicas dentro de la provincia, por cierto), el edificio de viviendas cabe el santuario de la Antigua o la "casa rosa" de la plaza Mayor, por poner algunos ejemplos.

Y parece que no aprendemos. Lo poco que queda sigue cayendo sin pensar planes de rehabilitación en lugar de la política de tirar patrimonio y levantar edificios modernos (que parece ser más barata, por lo que se ve). Lo último lo estamos viendo en la plaza Mayor. Se han derruido varios edificios que la adornaban, dentro de un tiempo veremos el resultado que obtenemos, si se decide por respetar la arquitectura del entorno o se opta por "imitar" a su vecina "casa rosa". Esperemos que sea por la primera opción. Sino, luego no nos extrañemos de que se diga que Guadalajara es una ciudad fea, expresión, pese a todo, con la que no estoy nada de acuerdo, de momento.

jueves, 20 de marzo de 2008

Radio Arrebato. Veinte años no son nada


Allá por 1987, la imaginación y el empeño del poeta y profesor literato Fernando Borlán dio como resultado la creación de una radio cultural que en un principio fue destinada a la retrasmisión de los fastos del 150 aniversario del instituto Brianda de Mendoza, el más antiguo de Guadalajara. Quizá la inquietud de los alumnos de entonces hizo que ese proyecto temporal se convirtiese en permanente y que se habilitase un pequeño cuarto donde, hasta hoy, se encuentra el estudio de Radio Arrebato, que desde el pasado 29 de febrero toma el nombre de su ideólogo.

Tras unos años difíciles en los que la emisión no se realizaba en las mejores condiciones, en su veinte cumpleaños se alzó a los vientos el dicho aquél de "renovarse o morir", y decidieron renovarse. Y es que la entrada en emisión por la Internet propició un giro absoluto en Radio Arrebato. Tal hecho llamó a las puertas de viejos amigos de la radio y de nuevas hornadas de jóvenes locutores dispuestos a llevar adelante un ambicioso proyecto: volver a hacer de Radio Arrebato lo que fue durante los años siguientes a su creación, toda una institución en Guadalajara. Y hoy con más motivo, porque no sólo se la puede escuchar con calidad y claridad en Guadalajara y alrededores, sino que desde cualquier lugar del mundo se puede tener un rinconcito de Guadalajara en cualquier ordenador en forma de voz; de la voz de unos jóvenes con ilusión y ganas de mostrar el mundo de una manera diferente desde unos modestos, pero acogedores y entrañables, estudios radiofónicos.

Se cumplen 20 años de emisión de Radio Arrebato, y desde aquí se le desea que cumpla muchos más, pues pocas iniciativas como ésta se ven ya entre los jóvenes españoles. Y es que Radio Arrebato ocupa un lugar importante en la vida cultural de Guadalajara, y eso es digno de reconocer. Felicidades, Arrebato.

Radio Arrebato

miércoles, 19 de marzo de 2008

La otra Guadalajara



Escribió el maestro Pinilla que "Guadalajara, en un rincón de Castilla [...] le da un beso a Aragón". Y los labios de Guadalajara se encuentran en el Señorío de Molina, unos labios que desde hace mucho tiempo se encuentran profundamente agrietados y faltos de vaselina. El desarrollo que experimenta la parte occidental de la provincia, desde Uceda a Mondéjar, y que engrosa las estadísticas sociales y económicas, no se ve reflejado en la parte oriental. Y es que las crecientes estadísticas provinciales son muy engañosas, pues mientras en los alrededores de la capital el crecimiento es espectacular, en el Señorío de Molina, así como en la Sierra Norte, el decrecimiento es paulatino. No hace falta ir muy lejos para contemplar diferencias de desarrollo: el norte y el sur se han convertido en esta provincia en oeste y este. Un claro ejemplo de esto es que el 80% de los más de 210.000 habitantes de la provincia se concentra en la franja limítrofe con Madrid y en las cercanías de Guadalajara capital, mientras que gran parte de la parte rural de la provincia mantiene una de las densidades de población más bajas de Europa.

Para denunciar de esta situación nació La Otra Guadalajara, una asociación molinesa con unos objetivos claros que se resumen en uno: acabar con esa endémica desigualdad convirtiendo el subdesarrollo socioeconómico en desarrollo. Y para ello han puesto el énfasis en la tan esperada autovía de Alcolea a Monreal, la cual, de construirse, podría producir un gran cambio en Molina de Aragón que se radiaría a toda la comarca. Las comunicaciones en la zona no son precisamente las propias de una zona desarrollada. La N-211 es una carretera convencional de doble sentido con algunos tramos peligrosos y una gran densidad de tráfico, sobre todo en tiempos vacacionales por aquellos que la eligen como alternativa a la A-3 para viajar al levante español; las carreteras que unen a Molina con el resto de los pueblos de la zona, salvo honrosas excepciones, son estrechas y están mal asfaltadas; el ferrocarril nunca llegó ni parece que llegará; el hospital más cercano se encuentra en Teruel, a más de 100 km., aunque le corresponda por ubicación el de Guadalajara, a 140 km. (cosa de las trasferencias sanitarias a las Autonomías), y el nuevo ambulatorio de Molina lleva años en construcción, teniéndose que pasar consulta en barracones prefabricados; etcétera, etcétera, etcétera.

Poco a poco van poniéndose parchecitos para paliar la desastrosa situación del Señorío de Molina: el transporte "a la carta" desde Molina al resto de pueblos de la comarca, la mencionada futura autovía (o vía rápida, ya veremos), el futuro parador de turismo con el que se prevé una importante dinamización turística de la zona... ¡Ay, el parador de turismo! Que haya tenido que llegar a causa de 11 muertos y 125.000 hectáreas de bosque calcinadas en un terrible incendio que dio la vuelta al Mundo tiene delito. Aunque algo es algo, y, en este caso, no ha habido bien que por mal no haya venido. Parece que si no ocurre nada desastroso nadie se acuerda de esta zona.

La Otra Guadalajara tiene mucho que decir y mucho por hacer, pero su sudor seguro que tiene recompensa. Y la actividad que están llevando a cabo desde no hace muchos años está dando que hablar y que pensar, y está haciendo que por fin recordemos que existe una Guadalajara que no se parece en nada a la Guadalajara que conocemos, de continuos crecimiento, industrialización, desarrollo y progreso.