viernes, 30 de julio de 2010

Castigo a pase de Jabulani

La megalomanía nunca deja de sorprender ni se sabe hasta dónde puede llegar. Lo último del rey supremo de los delirios de grandeza, el ínclito Querido Líder norcoreano Kim Jong-il, visto traicionados su honor y su confianza por los futbolistas que representaron a su país en el Mundial de Sudáfrica, les ordenó posar firmes durante seis horas frente al Palacio de la Cultura Pupular de Pyongyang mientras las masas enforvorecidas soltaban toda la retaila de insultos que se les pudiese ocurrir en coreano. En Europa nos hubiésemos conformado con los mismos insultos soltados de la misma forma borreguil por los periodistas deportivos, y los jugadores sólo se hubiésen enterado leyendo el Marca o el As, escuchando la radio o viendo en televisión cualquiera de esos debates donde, entre copa y copa (de cubata, entiéndase), los periodistas bociferan como si se encontrasen en el bar de la esquina.

Al semidios (o dios y medio), cuyo nacimiento fue anunciado por una golondrina, el aumbramiento de una nueva estrella en el cielo y un doble arcoiris sobre el monte Paektu (desconozco si la golondrina dejó preñada a su madre y si la estrella guió hasta allí a tres magos occidentales para regalarle una bonita sesión de juegos de cartas), todo eso le parece poco, vanal, y no puede permitir que después de haber perdido los tres partidos disputados en el Mundial, incluidos un 7-0 contra Portugal y un 3-0 frente a Costa de Marfil, esos jugadores, traidores, se fuesen de rositas, se comportasen como un Ronaldinho cualquiera y quisieran vivir una vida como la de su Querido Líder, gustoso excelso de la juerga, el alcohol y el sexo desenfrenado con hermosas meretrices. Procedía la humillación pública.

Sólo se libraron dos. An Yong-hak tuvo a bien confundirse de puerta de embarque en el aeropuerto de Johannesburgo y volar hacia Tokio. Y Jong Tae-se, un surcoreano nacido y criado en Japón en una familia de profundas convicciones zuches, ese rara avis de comunismo entendido como "todo por y para el Querido Líder". Ama tanto al Líder Supremo y a su causa [personal, heredada de su padre] que en 2007 hicieron una excepción con él y le concedieron la nacionalidad norcoreana, gesto que recompensó con unas lagrimitas mientras sonaba el Ach'imŭn pinnara (himno de Corea del Norte) en el Ellis Park de Johanesburgo. Su absolución le permitió ir a firmar el contrato con el VfL Bochum de Alemania, donde va a jugar esta temporada.

Para el resto no hubo absolución, ni tan siquiera para el pichichi y capitán Hong Yong-jo, que vive en meditación en un cuartucho al que llaman apartamento en Rostov, donde juega, y desconoce lo que cobra porque lo administra a su manera el Partido de los Trabajadores de Corea. Habrá que estar atentos por cuántos jugadores repiten en la siguiente alineación, además del servil Jong Tae-se.

Y a quién las va a hacer. Ese tipo acomplejado por su tamaño, a cuya imagen no se le puede dar la espalda previa amenaza de recibir un balazo, no tuvo piedad siquiera para el entrenador, Kim Jong-hum, el que consiguió llevar a un equipo de muertos de hambre (casi literal) a una fase final del Mundial de fútbol. Fue condenado a realizar trabajos forzados en una obra de construcción de Pyongyang, o pudiera suponerse también que cavando en una mina de uranio.

Parecería de risa si no fuese por la crueldad con que un tipo como Kim Yong-il, monarca comunista (comunista para sí, no para los demás, que tiene guasa), lleva los designios de una sociedad cerrada y sellada con silicona para resguardarse del frío exterior. Y ahora sus últimas víctimas (que se sepa) han sidos los jugadores de la selección de fútbol, a los que ha considerado como traidores por no cumplir las expectativas de llegar a cuartos de final del Mundial, obviando la muy superior supremacía de los demás equipos.

martes, 27 de julio de 2010

¡Calor!

Un es día como hoy, con una máxima de 36º, a lo que hay que sumar la insoportable nube negra matritense fruto de la combustión del petroleo y la sensación real de 40º, y lo que queda por subir. Un día en el que apetece buscar algo fresco, agua, un polo, una cerveza, una noticia o una canción (que alguien me diga, por favor, qué significa eso de "canción fresca" cuando yo sudo mucho en los macrofestivales y en los bailoteos de las verbenas rurales; y eso de una "noticia fresca", si no hacen más que salir esos engreídos políticos que cuando les escuchas te hierve la sangre, mezcla de cabreo y congoja). Un día en el que a veces resultan inoportunas ciertas noticias. La Agencia Estatal de Meteorología (AEMet) ha emitido un informe catastrofista en el que se prevé que en la península Ibérica aumente de la temperatura en hasta seis grados en el próximo siglo y los pluviómetros tengan que reducir hasta un 30% su tamaño.

Me vuelvo loco. Vivo en el centro, zona de hastío calor en el estío y seca durante casi todo el año. ¿Qué hago? Primero, me he apuntado a un centro de idiomas modernos. En la casilla de "Idioma que desea aprender" he dejado vía abierta por si finalmente me decido por algún idioma escandinavo, quizá el islandés, o a lo mejor el ruso, también por eso de la moda gasística que podría reportarme sublimes rublos a cambio de casi nada, unas doce horas de trabajo a cielo abierto y una ducha diaria con jabón aromático para eliminar aunque sea el hedor del oro negro.

Todavía me queda la esperanza cantábrica, que aun gastan la lengua a la castellana y no me sería difícil adaptarme, a no ser que tenga a bien residir en la ruralidad más recóndita y cursar clases dialectales borreguiles para entender a cuatro viejos y a dos jóvenes cicuentones que se entienden hablando en la tasca de la mecánica de la Fórmula 1. Tampoco están tan mal las montañas y los acantilados, pero allí el viento en verano quema la piel.

La Antártida todavía me parece una locura, aunque al paso que llevamos no hay que descartar nada, si bien la angustia solitaria terminaría conmigo, a no ser que entre siete mil millones a algún que otro se le pasase por la cabeza la misma idea. De momento podría valer Groenlandia, que empezará a hacer honor a su nombramiento de 'tierra verde'.

Una última opción que se me ocurre implica un sentimiento nacional. Si los británicos están como locos por asarse en las parrillas de la Costa del Sol adquiriendo ese tono rojizo que les resulta tan atractivo, y los ibéricos estamos tan quemados de la mala baba de Lorenzo, podríamos acordar un canje territorial. Todo está pensado, no importaría darles a los catalanes el norte escocés, con monstruo incluido en el lago Ness, y a los vascos el Úlster, por si quieren estrechar la mano a los eirenses. Los gallegos no verían mal la tierra de Gales, al menos se parece el nombre, y seguro que compartirían con mucho gusto el territorio con los portugueses. Los andaluces son muchos, pero el canal de la Mancha no simularía mal las playas de Sanlúcar, aunque se tendrían que acostumbrar a las mareas. Canarios y baleares tienen Jerseys, Gernseys y Manes para elegir. Y los castellanos, aragoneses, levantinos, extremeños y demás tenemos espacio en el centro de la isla. Londres no es Madrid, pero tiene su aquél, incluso calor en verano.

¡Vaya, ni con esas me escapo!

Imagen: www.hellocrazy.com

jueves, 22 de julio de 2010

Allez, David, qui ton peux!

Un jueves cualquiera del mes de julio, buena temperatura para dar una vuelta con la bicicleta. Si en la vertiente norte de los Pirineos los Contador, Schleck, Samu Sánchez, Menchov, Sastre y demás estrellas de las dos ruedas se disponen a coronar ese monstruo de 19 km., 7,5% de pendiente media y 2115 metros de altitud al que llaman Tourmalet, en la fértil Campiña del Henares un humilde aficionado se dispone a emprender una pequeña ruta rompepiernas por caminos dejados de la mano de la mayor parte de la gente.
La ruta está más o menos clara: salida de Guadalajara hacia Cabanillas, subida por el camino de Usanos, paso por el monte Celada, enlace con el camino de Valdeaveruelo y de ahí ya se verá. Si todo sale como tengo pensado, treinta y tantos o cuarenta kilómetros no me los quita nadie.

Salgo a las 10:30 de casa y preveo llegar al monte Celada hacia las 11:15. Siguen las obras de la carretera de Cabanillas con la nueva vía rápida del Ruiseñor. Está recién asfaltado y ahí siguen trabajando de sol a sol los obreros. Cruzo Cabanillas sin parar y me dirijo directamente hacia el camino de Usanos, que en este primer tramo recibe el nombre de calle de las Arcas. Tras un tramo asfaltado y pasar bajo la R-2, el camino pica para arriba y el asfalto también se pica y se convierte en gravilla, que dificulta el pedaleo. De todas formas no me siento del todo bien encima de la burra. Recomendación: cuando vayas subiendo sobre la grava y notes que la rueda se va clavando, no mires hacia atrás, es posible que acabes cayendo al suelo, por inverosímil que parezca. Quizá no fui el único; una cruz negra de hierro junto al camino recuerda la muerte allí de un Sr. Piélagos un frío 5 de diciembre de 1978.
Bordeo toda la urbanización del campo de golf, la grava cambia por alsfalto durante unos metros antes de convertirse en tierra (como debe ser un camino) una vez que se obvia la entrada al monte Enmedio por la derecha. Antes de coronar el monte Celada la presencia de un cazador con su Land Rover y su perro de caza me pone sobreaviso pese a que la temporada de caza pasó hace ya cuatro meses. Dejo pasar dos caminos que sigue directamente hacia Usanos y sigo de frente en busca del de Valdeaveruelo, que para mí es nuevo. Hacia Sotolargo el trayecto es de ligera bajada, paralelo al arroyo de la Marcuera y entre encinares que se van haciendo cada vez más espesos.
A la llegada de un cruce me paro y me bajo de la bicicleta para observar mejor el panorama. Consulto la brújula y me cercioro de que sigo por el camino correcto, hacia el sur. A los pocos metros me doy cuenta de que algo no anda bien en la burra. Las patas, la rueda delantera está pinchada. Estoy a unos tres kilómetros de Sotolargo y a más de siete de Usanos y Cabanillas. Falta de previsión, no llevo ni parchas ni bomba. Me acuerdo de Abraham Olano en el Mundial de Duitama en 1995 cuando a falta de escasos kilómetros y con escasos segundos sobre sus perseguidores pincha la rueda trasera, y antes de perder su ventaja cambiando de bicicleta gana la carrera con rueda y media, el asfalto mojado y la inestimable ayuda del gran Miguel Indurain. Quizá yo pueda emularle, o quizá no, pero no me queda otra que continuar, así que emprendo camino hacia Sotolargo, cuyas últimas casas non tardo en ver.
Si no fuese ya mala saña, entre el ensordecedor canto de las chicharras y el sobrevuelo de dos buitres, piso el surco en forma de reguero que sigue el camino y con una rueda pinchada no puedo controlar la bicicleta y caigo de costado al sembrado contiguo, recién arado, por cierto. Ahora sólo me queda unos cuatro kilómetros hasta Valdeaveruelo atravesando la urbanización Sotolargo, sin rueda y arañado.
Atravieso los chalés entre montado en bicicleta y de pie, evitando que se salga el fondo de llanta; apenas cuatro coches circulando y nadie en la calle o los patios, la triste imagen de estas urbanizaciones privadas donde la gente se refugia dentro de sus cuatro vallas y apenas hace vida social. Tardo en llegar hasta la carretera. Tengo dos opciones: 11 km hasta Guadalajara o uno hasta Valdeaveruelo y esperar el autobús de línea. Me arriesgo: voy haasta Valdeaveruelo y espero al autobús. No creo que aguante sin rueda siquiera hasta Cabanillas.
Más mal que bien llego a la plaza de la entrada del pueblo donde está la parada. Son las 12:15 y acaba de pasar el autobús, debió ser con el que me crucé en la carretera. Llamo a Laura por ver si ha acabado el curso pero no coge el teléfono. Sólo queda esperar hasta las 13:35 y rezar por que el conductor no ponga pegas para meter la bicicleta en el maletero.

Hora y media da para mucho, incluso en un pequeño pueblo. Para empezar, el verano lo llena de jóvenes que pasan los calores en la segunda residencia o con los abuelos, se reúnen con los amigos estivales y pasan el rato en campamentos urbanos que contrata el Ayuntamiento. Pero también hay cosas que en la ciudad de hoy sorprende. Una furgoneta entra haciendo sonar el claxon para avisar a los vecinos. "Panadería y dulces". Varias mujeres se agolpan para comprar el pan de cada día.
Algo más tarde se oye de fondo por altavoz: "El chatarrero, el chatarrero, el chatarrero va recogiendo chatarra. ¡El chatarreeeeroooo!". Rápidamente aparece la camioneta con el remolque lleno de hierros y el gitano de sombrero y bigote cano repitiendo la cantinela. Cuando da la vuelta a Valdeaveruelo en el remolque sólo lleva un bidón oxidado más.
El consumo de hierro debe ser muy alto por estos lugares y la competencia en el mundo de la chatarrería debe ser feroz, porque a los pocos minutos aparece otra camioneta más. Esta vez son dos, pero limitan su canto a un "El chatarrero" de vez en cuando. No sé si se llevó algo más de las parcelas del pueblo.

Los chavales matan el tiempo como pueden. En la parada de autobús se reúnen un grupo de varias edades. En principio no les llamo la atención, hasta que llega un primer autobus y pregunto el destino: El Casar. No es este, tengo que esperar algo más. Los chicos comienzan a hablar de sus aventurillas con las bicicletas. Sin duda ya se han percatado de mi presencia; dejo de ser un fantasma. Y pronto llega otro autobús; éste si va a Guadalajara. Entre el conductor y yo conseguimos meter la bici en el estrecho maletero y vamos de vuelta a casa.

La aventura ha sido curiosa, pero hubiese preferido no haber pinchado y haber vuelto por mis propias ruedas. Son cosas que aveces pasan. Menos mal que Contador no pinchó ni se cayó y pudo aguantar bien los ocho segundos de ventaja sobre Schleck en la meta del Tourmalet.

¿Moraleja? Lleva bomba de aire y aparejos de repuesto en la bicicleta, nunca sabes dónde te van a hacer falta.