sábado, 13 de marzo de 2010

Aguas

El agua fluye por los conductos con mayor o menor fuerza dependiendo de la pendiente. La cosa cambia, no demasiado, cuando ese agua se multiplica, deja el singular para ser irreverente plural. Todo depende del tamaño y el material que sedimente.

Por lo general, las menores corren muy bien; son limpias y rápidas. A veces, marchan torrencialmente y no dejan meandros por su camino porque rompen bien sobre la roca. Las mayores, en cambio, son más turbias, vienen cargadas de material más pesado y dependiendo de éste pueden ser más duras o más blandas. Suelen aparecer en épocas de lluvias fuertes y continuadas, de esas primaverales que luego hacen florecer las yerbas y los arbustos aromáticos del campo. A veces estas las aguas se atrancan cuando vienen con un tropezón de más, poco digerido. Existen buenos productos para solucionarlo. En el argot popular se habla del poder corrosivo de la Coca-Cola, pero la estrella sigue siendo el desatascador. Si esto no solucionase, es conveniente acudir a un especialista.

Todas las aguas, independientemente del tamaño, pueden ser contenidas entre muros y compuertas impermeables. El problema viene cuando se abren las compuertas o crecen las grietas de la pared y el lugar para liberar las aguas no es el adecuado. Genera charcos que remojan los calzados, molestos hedores y hasta la sorna macabra de los chiquejos. En el caso de que se llegue a tal mal, y venga con ello una multa, hay que tener cuidado en no mojarla, pues es el único recibo con el que se puede reclamar. Y aveces hasta hacen descuento por abonarla pronto.


Ps.: La fotografía corresponde al monasterio de la Encarnación de Madrid, junto a la ópera.

sábado, 6 de marzo de 2010

Cuatro gotas y marabunta en El Foro

Es un día cualquiera entre semana y caen cuatro gotas sobre Madrid. Las carreteras de entrada a la ciudad se atascan, accidente a la altura de Barajas, el autobús lleno, la gente resignada a perder unos minutos de su valioso tiempo de viaje hacia el trabajo. Se ve desde el cruce con la M-30 que hay en los ambos sentidos, vías de servicio incluidas, dos grandes hileras de coches a modo de orugas que no avanzan. La estación de Avenida de América llena de viajeros bajándose de los autobuses o guardando cola pacientemente, aunque sepan que en el siguiente no entran. El metro sobrecargado a horas que no lo suelen estar; como sardinas en lata esperando que algún camarero la destape y nos sirva en el plato de algún bar infecto de grasa y vino peleón.

Cada vez estoy más convencido: los madrileños son descendientes directos de los Gremlins, con el gusto de haber acudido al salón de belleza a acicalarse un poco. Y la prueba está en que, cada vez que llueve, las carreteras se taponan, el metro se llena, por la Gran Vía corretean mareas de paraguas escondiendo rostros humanos (o quién sabe de qué), la sección de perfumería de El Corte Inglés expande una mezcolanza de olores más sobrecargada de lo habitual... Pero cuando hace sol, las carreteras se taponan un poco menos, en el metro se puede viajar sin tener que preocuparse porque tu mano palpe sin querer partes prohibidas de otros, las calles quitan las caretas a los paseantes, que pueden caminar sin tropezarse con la puerta de un centro comercial...

¿Pero qué hacen con todos los Gremlins que había cuando llovía? ¿Los meten al Zara, los llevan de excursión a Gandía, a una isla perdida en medio del Atlántico, van de público a Telecinco...? Son cuestiones sin resolver que algún día habría que investigar.

viernes, 5 de marzo de 2010

Ejercicio de democracia

Se podrá estar a favor o en contra de los toros (como festejo o como ser vivo), pero de lo que no hay duda es del valor del ejercicio democrático que se está haciendo estos días en el Parlamento de Cataluña. Ese es el escenario, y allí han sido invitados a debatir ciudadanos que, razonadamente y previo estudio reflexivo, lanzan argumentos defendiendo su posición en un debate sin levantar la voz más de la cuenta o atacar cobardemente y sin fundamento al que piensa distinto. Cada uno esgrime libremente su opinión sin tratar de imponerla al contrario, sino como un aporte con el que armar el juicio y la reflexión en el foro interno de cada uno. Hace tiempo escribía sobre la isegoría y el ejercicio de la retórica como parte esencial de la democracia, aquí tenemos un ejemplo claro de cómo ciudadanos de distinta opinión y de muy distinto pelaje son capaces de ejercer la democracia en su más estricto sentido práctico.

Luego están los que, aprovechando su juego autoritario, quieren proteger lo que no está amenazado, sin contar más que con su voluntad invocando legitimidad plebiscitaria[1], y los que tratan de torpedear el debate democrático (del que nunca tuvieron fe) limitando su información a un porcentaje mínimo de lo expresado y sacándolo incluso de su contexto.

Es gratificante saber que todavía se puede ejercer la democracia en una sociedad tan dada al doble juego de la imposición y la servidumbre y poco paciente con lo ajeno, pese a que haya muchos que no crean en ella.

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[1] Tantos años en política y todavía no sabe que la legitimidad se la han dado los ciudadanos no para dictar, sino para gobernar, lo que significa hablar, escuchar y aveces, por simple responsabilidad, tomar decisiones que no sean de su agrado.