Las elecciones presidenciales de Portugal del 28 de septiembre tuvieron un aliciente añadido, más allá de la crisis, los modelos económicos y sociales, etcétera. Los portugueses tuvieron que elegir entre la apertura o el aislamiento. El discurso y el programa de Manuela Ferreira, candidata del Partido Social Demócrata (conservador, del cuño de Durão Barroso, aunque su nombre confunda al más pintado) , con un tinte anti-español al más puro estilo tradicionalista retrógrado, quedaba fuera de toda posibilidad de aplicación en la realidad. Como ya expliqué en alguna ocasión anterior, la geopolítica actual no da concesiones a pequeños territorios aislados; les deja poco margen de autonomía e independencia y los somete a los dictámenes de las potencias que los explota y se reparten el mundo a su costa. Por ello, todo país europeo hoy en día necesita formar parte de una gran federación de estados, y las comunicaciones son fundamentales para vertebrar el proyecto de la Unión Europea en el que está Portugal. Y para Portugal, la puerta hacia Europa es España, como para España es Francia, por lo que las comunicaciones entre los dos países hermanos son tan fundamentales como inevitables, por la geografía, por la historia y por el presente.
Manuela Ferreira siguió el viejo principio lacaniano de definir primero al otro para finalmente definirse a sí mismo. Pero erró haciéndolo negativamente y volviendo a un nacionalismo espantosamente recalcitrante, propio de retrógrados enfangados en viejas lides medievales [1]. El victimismo y el odio al vecino, más que autoafirmación o autodeterminación, hoy supone encerrarse en balde a un sistema geopolítico mundial que exige grandes actores y que no tiene piedad con los que eligen poner aduanas y cortar caminos de frontera.
Afortunadamente, los portugueses apostaron por continuar abriéndose al mundo, a participar como un actor importante a través de la Unión Europea, y dieron una respuesta rotundamente negativa al cerrojazo que supondría más que libertad e independencia, servidumbre y sometimiento.
Foto: Puente Internacional del Guadiana, entre Ayamonte (España) y Castro Marim (Portugal).
Fuente: Wikimedia Commons
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[1] Ojo, este nacionalismo profundamente autarquista lleva mucho tiempo haciéndose hueco en el pensamiento de muchos integrantes del Partido Popular Europeo, sobre todo del sur y del este.
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