viernes, 11 de septiembre de 2009

Lo de Afganistán es una guerra

No queramos negarlo. Por muchas elecciones que se celebren y por mucho que se envíen tropas militares en son de paz (el ejército es lo que es y está para lo que está), lo que pasa en Afganistán, y que no hay quien se atreva a definirlo, es una guerra. Y es una guerra con cuarteles pero sin perspectivas. Con cuartel para proteger a su vecino Pakistán, país con bombas nucleares y con capacidad para fabricarlas, de la posible toma de control de talibanes y al-Qaida, dando por entendido que la democracia es imposible en una sociedad sin cultura democrática, y más si se trata de imponer con metralla (no creo que todavía haya nadie tan ignorante como para creer lo contrario, ¿o si?). Sin perspectivas porque Afganistán se ha convertido, en contra de lo que se pensaba en un principio, en un hervidero incontrolado, en un verdadero quebradero de cabeza para los gobiernos de los países OTAN.

Las soluciones son pocas, si no nulas. No se puede salir de allí, y tampoco sabemos si las fuerzas de la OTAN van a ser capaces de aguantar mucho más tiempo en un país con un Estado muy débil. Si se sale, se apuesta por la inestabilidad y el caos más absoluto en una zona en plena ebullición violenta y con la posibilidad de que el control de Afganistán vuelva a unos fanáticos religiosos (ni más ni menos que quien encendió la cerilla en el pajar, por cierto), que además amenazarían al frágil Gobierno de Pakistán, país, repito, nuclearizado. Si se continúa, es sin tener claros unos objetivos, sin saber a qué atenerse y con una sufrida incertidumbre, con las consecuencias de pérdidas de efectivos militares, de millones de dólares y euros invertidos en un fondo de inversión de máximo riesgo y de seguir alimentando un fuego que no recibe agua.

También hay que tener en cuenta que Talibán y al-Qaida, que una vez fueron aliados contra la URSS y ahora son los peores enemigos de la historia, no son grupos de personas, son ideologías que se nutren de adeptos, y como tales son capaces de fabricar fieles a la causa mucho más rápidamente que se masacran a los ya devotos.


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