domingo, 23 de diciembre de 2012

El nacimiento de una micronación


Clase básica de Teoría del Estado. Todo Estado debe tener, al menos, territorio, población, gobierno, hacienda, defensa y reconocimiento internacional. Con estos seis elementos puede sustentarse cualquier entidad, por pequeña que sea o por insignificante que parezca. De aquí a un corto tiempo presenciaremos el nacimiento de uno nuevo y cómo va construyendo paulatinamente todos estos elementos. Me refiero al Reino de Eurovegas.

Territorio
Eurovegas tendrá una extensión de 12,71 km2. Sólo la Ciudad del Vaticano y Mónaco serán más pequeños, pero es superficie más que suficiente para constituir su independencia. Su territorio será usurpado al municipio de Alcorcón tras un regalo desinteresado del Gobierno de la Comunidad de Madrid al padre fundador de Eurovegas y con el beneplácito del Gobierno de España, que acepta así la pérdida de soberanía de una parte de su territorio (pequeña, bien es cierto), como ya aceptó en 1953 cediendo la soberanía de las bases militares de Torrejón, Zaragoza, Rota y Morón en favor de los Estados Unidos.

Población
Aunque en principio requerido, la experiencia muestra que no es conditio sine qua non tener nacionales del país, pues tenemos un antecedente en la Ciudad del Vaticano. Aunque, siguiendo el ejemplo, si pudiésemos identificar a los católicos como los nacionales de la Ciudad del Vaticano, los nacionales de Eurovegas bien pueden ser los propios clientes luderos que gustan de lapidar sus ahorros entre máquinas de luces y black jacks.

Gobierno
El Gobierno de Eurovegas se centra hoy por hoy en el rey y padre fundador, caudillo por la gracia del dólar, Sheldon Anderson. En el momento de su muerte, que por edad llegará más temprano que tarde, se convertirá en el inspirador nacional, en el Kim Il Sung de Eurovegas. Porque gobierno, lo que se dice gobierno, necesita más bien poco, si acaso un puñado de laderos que se dediquen a mantener los flujos de capital que prevén generar para sí. Para gobernar un gobierno necesita leyes, y precisamente lo que primará en el Reino de Eurovegas será la ausencia de leyes y de una mínima estructura de convivencia: no son necesarias  mientras fluyan los números; por supuesto, tampoco las de España, país del que se está independizando.

Hacienda
Junto con la merced de las autoridades españolas, es el mayor logro conseguido hasta ahora conseguido por  el Reino de Eurovegas, llenar las arcas para empezar a funcionar, todo a costa de la inversión de bancos españoles quebrados y rescatados con el dinero de todos los ciudadanos de a pie. Después de poner a sus pies a los gobernantes de Madrid y de España para que le ceda la soberanía de un puñado de hectáreas de su territorio donde deslegislar, el próximo gran paso es la absoluta independencia económica, libre de impuestos, o incluso con la ayuda de las vacías arcas de las administraciones públicas españolas. En cuanto a la moneda, es lo de menos: se usará el euro para cobros y pagos y se transformará en dólares contantes y sonantes repatriados a la Nevada original.

Defensa
El ejército como tal está retrocediendo en estos tiempos y se vuelve a la moda medieval y moderna de los mercenarios. Una buena compañía de seguridad bien armada será quien vigile la aduana instalada junto a la M-40 y se encargará de redimir pequeños altercados fruto de los excesos del alcohol, las drogas y la pérdida del pan de sus hijos en una mano mal lanzada.

Reconocimiento internacional
Tendrá el más importante: el de su vecino más inmediato, con el que comparte el 100% de su frontera, España. A él se le sumará su mentor e inspirador en el Nuevo Mundo, el Estado de Nevada, así como también, a buen seguro, decenas de pequeños y paupérrimos estados, fáciles de alquilar, además de competidores a nivel mundial en el negocio del juego, pero sin embargo amigos. El lector bien se puede imaginar a quiénes me refiero.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Política vs. políticos

Como en las guerras, en estos tiempos convulsos, de crisis profunda crisis y estafa magnánima, los que más sufren siempre son los mismos, los ciudadanos medios, y los que más vociferan son los extremos ideológicos, los que tratan de acabar con el bienestar, con el estado de derecho y con la democracia. Y ahí entra la política.
Cuando estos individuos vociferos abren la boca tratan de denostar la política, el noble arte del gobierno y de la administración de los recursos. Desde que empecé a cursar la licenciatura de Ciencias Políticas y de la Administración tuve claro que la política es el arte de gobernar y de administrar los recursos en busca del bienestar de los ciudadanos. O al menos eso debería ser, bajo mi humilde entender.

Los vociferos autoritarios esgrimen argumentos populistas contra la política que en la mayor parte de las ocasiones apuñalan el camino hacia una democracia plena y ocultan segundas intenciones en pro del interés y beneficio personal. En los últimos meses aparecen argumentos como:

- "sobran instituciones". Evidentemente, las grandes golpeadas son las diputaciones provinciales, los ayuntamientos, el Senado y, en menor medida, las comunidades autónomas (si no son del color propio, claro). Por una parte, el eliminar instituciones locales, sobre todo ayuntamientos, aparte de que el ahorro es muy bajo porque apenas tienen gastos de personal (un liberado o ninguno y un secretario que generalmente se encuentra mancomunado entre varios municipios). Y por otra parte, las administraciones locales son las instituciones más cercanas al ciudadano y que mejor pueden recoger sus inquietudes y necesidades. Mermarlas supone inevitablemente quebrantar el feedback entre gobernante y gobernado y, por tanto, crear una nueva situación de autoridad que impone vs. súbdito que acata. En cuanto al Senado, ya lo comenté alguna vez, lo que necesita es una reforma para que pase de ser una cámara que no vale para nada a ser la cámara de representación territorial, es decir, el lugar donde los territorios se interrelacionan y exponen sus problemas entre sí y con el Estado.

- "hay demasiados políticos". Se ha centrado en los parlamentos autonómicos y, sobre todo, en los ayuntamientos. La intención de eliminar el 30% de los concejales trae consigo que la representatividad se vea más limitada aún, en favor de los grandes partidos y en detrimento de terceros, lo que supone que muchas voces se queden fuera de la política. A esto se une que la inmensa mayoría de los concejales no cobran por su función pública. En la mayoría de los más de 8000 municipios, que son de pequeña población, tan sólo está liberado el alcalde, y muchas veces ni tan siquiera; y en el resto (salvo las ciudades más pobladas del país, que tienen menos de 30 concejales), los concejales liberados no suelen llegar a la decena y coinciden con aquellos que forman el equipo de gobierno.

- "los políticos cobran demasiado". A raíz de esto, Mª Dolores de Cospedal, presidenta de la Junta de Castilla y La Mancha y secretaria general del Partido Popular (y no sé cuántas cosas más), ha tenido la idea de proponer que los diputados regionales castellano-manchegos no cobren un sueldo fijo, sino que obtengan retribución de sus dietas. Y todos aplaudiendo. Pero hay tres cosas que se obvian: primero, que se refiere únicamente a los diputados y no a los consejeros; segundo, que el trabajo de un diputado no se limita (o se debería limitar) a asistir a un pleno semanal, sino que implica (o debería implicar, aunque algunos se lo quieran saltar) un trabajo diario con jornadas laborales propias que exigen exclusividad, y alguien que realiza un trabajo debe tener una remuneración por ello; y tercero, que el salario es fijo y está definido legalmente, mientras que las dietas son volubles, se pueden modificar fácilmente y en un buen porcentaje no tributa ni cotiza, por lo que supone una estafa a la hacienda pública. Que mientras los trabajadores tengan que tributar y cotizar y los políticos se ahorren los impuestos no sólo no ahorra costes, sino que los aumenta, reducen ingresos públicos aligera el vocifero contra la política.

De la degradación de la política no tiene culpa el propio arte del gobierno, sino por un lado los grandes focos de poder económico y los lobos que disfrazados de cordero se inmiscuyen en la política, la corrompen y se someten al interés particular frente al interés general. De la carencia nace la necesidad, y por ello:

- es necesario favorecer la independencia de la política respecto a las presiones de los intereses económicos particulares.
- para ello, hay que desquitarse de injustas ingenierías electorales y deben buscarse mecanismos orientados a buscar el mejor político, aquél que es capaz de gobernar de cara al bienestar del ciudadano y a una justa igualdad social. Desde luego, uno de los grandes handicaps que tiene hoy la política son los políticos actuales: inútiles, corruptos, personalistas, interesados y vendidos a los grandes poderes económicos.

Desde luego, el fin de la crisis no está en la denuesto de la política, en hacer creer que la política tiene la culpa y por ello hay que acabar con ella. Esos son los mismos argumentos utilizados en los años 1930 y cuyo resultado bien conocemos. 
El fin de la crisis pasa por quitarse de en medio a los estafadores que nos han metido en este sumidero social, a los malos políticos que les besan los pies y devuelven a los ciudadanos a su condición dieciochesca de súbditos.

martes, 21 de agosto de 2012

Una de literatura: la historia de Allan Karlsson

Un día cualquiera sin nada mejor que hacer: a dar una vuelta por los pasillos de los grandes almacenes. Generalmente prefiero pasear por la sección de librería, música y electrónica de la segunda planta a ver ropa pija Made in China a precio de oro. Y por allí, en una columna que hace las veces de improvisada estantería de "novedades, pero no tanto", a una altura de casi dos metros para que se vea menos, hay un libro que capta mi atención. Uno de esos flechazos que te da la intuición, que terminas por rascarte la barbilla y preguntándote qué dirá la contraportada.
Quizá fue la fotografía de un viejo centenario con un batín rosa y un explosivo de TNT en el bolsillo. O a lo mejor su título tan descriptivo: El abuelo que saltó por la ventana y se largó. Seguramente la combinación de ambos sea más que suficiente para que termine de convencerme para leer la contraportada y pronosticar que me gustaría. No comienza con el clásico "lugar, fecha", empezamos bien. Devuelvo directamente a su lugar esos libros. Continúo. "Allan Karlsson", "celebración de su cumpleaños", "se fuga de la residencia de ancianos", " se encamina a la estación de autobuses", "un joven le pide que vigile su maleta", "se sube [al autobús] con la maleta" "¡santo cielo!, millones de coronas de dudosa procedencia", "a lo largo de su centenaria vida ha tenido un montón de experiencias", "encuentros con personajes como Franco, Stalin o Churchill", "amistades comprometedoras como la esposa de Mao", "agente de la CIA", "ayudar a Oppenheimer a crear la bomba atómica", "está a punto de poner el país patas arriba"...
¡Esto es genial! Tiene que estar divertido.

Total, que dos días después paso por la librería, doy un billete de 20 € y me llevo a cambio una estampa  metálica dorada y plateada con la efigie del rey de España y un libro blanco de unas 400 páginas con la fotografía de un viejo centenario con batín rosa y un explosivo de TNT en su bolsillo y una inscripción en la cabecera que pone:


He de admitir que hacía mucho tiempo que no me reía tanto leyendo un libro, que no me enganchaba así a una lectura como esta vez. Mucho tiempo.

Allan Emmanuel Karlsson es un tipo despreocupado, que vive ajeno al reloj y al almanaque. Su único lujo es tener algo que hacer, aunque sea hacer nada, y con tener a alguien a quien ayudar. Un tipo muy generoso con la condición de caerle bien entre aguardiente y aguardiente y su amistad.
El bueno de Allan se pasa la vida de un lado a otro del mundo tratando con un ingenuo hombrecillo lleno de medallas llamado Francisco Franco, un chistoso Harry S. Truman, una irritante Song Mailing (esposa del inútil de Chiang Kai-Chek), una bella Jiang Quing (esposa de Mao Tse-Tung) y un viejo influyente llamado Wiston Churchill. Conoció a Stalin, del que comprobó que "estaba como un cencerro", sirvió de pañuelo al pequeño Kim Yong Il y estuvo entre las enemistades de Charles De Gaulle y Lyndon B. Johnson. Ayudó a crear la bomba atómica, cruzó el Himalaya en camello, sirvió en la CIA... y dejó profundas amistades por el camino como el chico español aquel que pudo ser cuñado de Primo de Rivera, el misionero británico que se dedicaba a poner de mal humor a todos los persas (¡pobre loco!) o Herbert Einstein, el hermano bastardo y poco lúcido de Albert.
Allan odia la política y pasa de la religión, pero se serena hablando de sus batallitas entre copita y copita de aguardiente. De hecho, considera que esa es la única manera de resolver los conflictos internacionales y que nunca hay que fiarse de un abstemio.

Con cien años, habiendo vivido lo que ha vivido, no le apetece celebrar su cumpleaños rodeado de viejos cansados, politicuchos oportunistas y la bruja de Alicia, su cuidadora, y ya que uno no elige cuando morir por mucho que lo intente, salta por la ventana en busca de algo que hacer. No importa el lugar, ni nunca le importó antes. En la estación se topa con una maleta llena de dinero de procedencia un tanto ilegal que se olvida aquel joven, coge el primer autobús que sale y se baja en la parada que le alcanza con un billete de 50 coronas suecas. A partir de ahí inicia un periplo perseguido por la policía, por bandas mafiosas y por una prensa ávida de amarillismo. Lo demás, en las páginas del libro.

En resumen, que las carcajadas están aseguradas y, además, uno gana un verdadero héroe en su corazón llamado Allan Emmanuel Karlsson.

domingo, 24 de junio de 2012

Oteando el paisaje

Bajo la escasa sombra de un ciruelo japonés por la que trato de guarecerme del sol de justicia del comienzo del verano, con los pies descalzos sobre un césped seco que lleva semanas sin ser cortado, puedo otear el horizonte de la campiña, ahora amarilla del cereal con pequeños puntos verdes del brote de algún maizal o de los campos de girasol, últimamente tan extendidos.

Observo cómo el tiempo y la necesidad del ser humano ha moldeado el paisaje para su provecho. El campo es mucho y ha permanecido inquebrantable alrededor de los poblachos a lo largo de los siglos.  La industrialización burguesa ha conquistado partes de estos campos y ha dibujado en su horizonte fábricas, urbanizaciones, carreteras.

La pequeña ciudad ha ido creciendo a buen ritmo en veinte años. Donde antes había un sembrado de patatas, ahora hay bloques de pisos y solares llenos de porquería que los políticos de turno disfrazan de naturaleza urbana a la puerta de casa. Donde antes había un camino por el que pasaban las ovejas y las cabras con su pastor y su perro, ahora hay una autovía con escaso tránsito. Donde antes los tractores tenían que virar para no caer por las terreras hacia el río, ahora hay un parque tranquilo y descuidado desde donde escribo.

Seguramente empezaremos a darnos cuenta de que el paisaje que ha dominado el horizonte a lo largo de muchos siglos no puede ser radicalmente redibujado en pocas décadas a base de cemento. Seguramente nos estamos dando cuenta de que en los horizontes pictóricos conviven líneas que el ser humano ha ido trazando poco a poco sin medrar las de anteriores épocas. Seguramente nos daremos cuenta de que en pro de un moderno pseudoprogreso no se puede acabar con lo que nos hizo progresar hasta hoy.

Aprovechemos la tierra pensando también en nuestros hijos.

Atardecer primaveral en la campiña desde las terreras del Henares
(Imagen y photoshopeo propios; no soy ningún experto)

jueves, 21 de junio de 2012

Todo lo que sube, baja...

... los dichos populares son así de caprichosos y muchas veces sólo ponen de manifiesto la evidencia que nos muestra la experiencia del día a día. No hice falta saber por qué a Isaac Newton le golpeó una manzana en la cabeza: una pelota lanzada al aire siempre termina golpeando de nuevo el suelo formando una parábola más o menos abierta.

Los montañeros, héroes que desafían los límites de condición humana, precisan que todo lo que se sube, tiene necesariamente que bajarse. Nadie es capaz de permanecer no más de unos pocos minutos sobre la cima de una alta montaña, y resulta necesario volver la base, si no la supervivencia peligra. También son conscientes de que el descenso ha de ser si cabe más cauto y calculado que el ascenso y nunca en solitario, pues el riesgo de despeñarse y morir en el intento es muy grande.

Roma no lo llegó a comprender del todo, ni conocía en el pasado una experiencia de la que aprender. La degeneración moral de sus valores clásicos, algunas epidemias, el cambio climático y desertificación de parte del Mediterráneo, la inestabilidad política, el desinterés y hartazgo de la población por la cosa pública, la incapacidad de contener las invasiones por el norte y la crisis del modelo de producción. Todo esto llevó a una época obscura, de retroceso absoluto del pensamiento europeo y de la búsqueda de un sentido a la existencia del ser humano. En apenas un siglo se derrumbó una magna obra todavía en construcción que había durado hasta entonces mil años y de la que se tardó otros mil quinientos en de recuperar sus cimientos.

Lo que los occidentales llamamos Occidente, vestigios esparcidos de lo que fueron las Grecia y Roma clásicas, experimentó una fuerte revolución cultural, moral, económica y política que lo sacó del más absoluto ostracismo en tan solo dos siglos, eso sí, previo pago de cruentas guerras, berreas patrioteras, mesianismos, avaricias y demás peccata (minuta o hujusmodi, cada cual considere lo que crea). Pero, todo lo que sube, baja, y una pelota que describe una parábola que alcanzó su vértice en doscientos años, puede caer en un abrir y cerrar de ojos, o esos montañeros que con tanto esfuerzo alcanzaron la cima a más de ocho mil metros, pueden perder la vida en un segundo si no tienen la suficiente precaución en el descenso. La diferencia de Occidente con la Roma clásica es que ahora tenemos más memoria para comprenderlo, pero también tenemos menos consciencia para interpretarlo.


Vestigios de Pompeya.
(Fuente: Eventos y lugares de Roma)

martes, 12 de junio de 2012

Lógicas de la economía, para simplificar (I)

1908-1912: Henry Ford andaba buscando cómo aumentar los beneficios de su empresa automovilística, la Ford Motor Company. Leyendo y releyendo se topó con un estudio de un economista de Filadelfia llamado Frederick W. Taylor acerca de la organización científica del trabajo, por la cual una planificación de la producción, la especialización del trabajador y la consecuente producción en cadena dan como resultado un aumento de la producción y el abaratamiento de sus costes. La conclusión a la que llegó Ford fue simple: si se aumenta la producción, se abaratan los costes y se aumenta los salarios de los trabajadores, éstos podrán comprarse un Ford T, por lo que se aumentará la demanda de automóviles, por lo que se necesitará aumentar la plantilla que comprarán más Ford T, por lo que los beneficios empresariales se multiplicarán.

2008-2012: Un empresario europeo cualquiera de cualquier empresa europea se encuentra con una brutal crisis económica que produce una reducción del consumo y una caída de beneficios. Hablando y rehablando con sus compañeros patronos intenta buscar soluciones para seguir maximizando beneficios, o al menos mantenerlos un par de añitos. Su conclusión es simple: la solución pasa por reducir costes, ¿cómo? reduciendo la plantilla de trabajadores a la mínima expresión, y los que quedan, trabajando más por menos salario, y si no le gusta, a la calle que ya vendrá un becario, que sale gratis. Resumiendo: "¡que paguen salarios los demás para que me compren a mí!". El resultado es más simple todavía: el resto de empresarios llegan a la misma conclusión y finalmente el consumo cae porque la gente no tiene dinero para consumir, los ingresos se desploman, las empresas terminan cerrando y la crisis se agudiza hasta convertirse en la más grave de la historia.

lunes, 16 de abril de 2012

Por las calles de Madrid: la de Puñonrostro

Madrid tiene muchas calles, tantas que últimamente los concejales, técnicos de urbanismo o quien tenga la competencia y capacidad, tienen que escudriñarse mucho la cabeza para ponerles nombres. Se busca una lógica (que si ríos, que si escritores, que si ciudades, que si países, que si mujeres...), pero las series de conceptos se terminan acabando, y con ello los nombres.
No ocurría lo mismo hace tiempo, ni siquiera cuando los nombres de las calles eran cosa de la lógica (e incluso el gracejo) del populacho: ahí tenemos las calles del Pez, del Desengaño, de Válgame Dios, Mira el Río Baja o el paseo de los Melancólicos; las calles con nombres de oficios (Libreros, Cuchilleros...), de ciudades cercanas a donde iban las carreteras que hoy son calles (Alcalá, Toledo, Fuencarral, Hortaleza...), y un sin fin que completan el callejero del centro de Madrid.

Entre los nombres más impactantes está, sin duda, el de Puñonrostro. En contra de lo que quizá puedas pensar, este callejoncillo muy cerca de la plaza de la Villa no debe su curioso nombre a una de las fases resultantes del movimiento producido a la hora de dar una hostia en la cara con los dedos bien flexionados y los nudillos bien en punta. Los madrileños siempre han tenido fama de ser muy retorcidos y de adolecer de buen humor a la hora de nombrar a las cosas, pero no llegaban al punto de consagrar su ciudad al noble arte de la pelea (al menos de manera tan directa; sí eran más sutiles otras veces, como el caso de la calle de la Cabeza, dedicada a una vieja leyenda que no voy a relatar ahora pero que sí apuntaré que la melenuda chola -a juzgar por la baldosa indicadora de la calle- era la de un sacerdote al que decapitó su sirviente).

Baldosa indicativa de la calle de Puñonrostro en Madrid.
(Fuente: MadridDeLosAustrias, publicada
en Flickr bajo licencia CC BY-NC-SA 2.0)
Pero no nos perdamos. El callejón, que antes era el de las Carboneras, tiene hoy el nombre que tiene porque aquí estaba la casa de Juan Arias Dávila, señor de Puñonrostro. Apréciese que entonces Madrid no era más que un cogollito de ciudad, pero que ya empezaba a ser una junta de nobles que querían tener influencia en el poder político de la nueva corte de Isabel I de Castilla y Fernando VI de Aragón; de hecho, el señor de Puñonrostro compró la casa a Fernando del Pulgar, cronista de los Reyes Católicos.
¿Pero por qué Puñonrostro, le pegó a alguien? No, que se sepa. La organización feudal de la llamada extremadura castellana se basaba en los señoríos jurisdiccionales donde un señor administraba y sacaba partido a esas tierras como bien gustase, eso sí, acatando unos fueros que en algún momento le concedió el rey correspondiente tras una buena lección de diplomacia, peloteos serviles y una módica suma económica. Y esto se heredaba, como heredó Juan Arias Dávila el señorío de Puñonrostro de sus antepasados, tres antes que él.
Heredó un pequeño señorío en medio de la Sagra que se llamaba Puñonrostro porque así se llamaba la villa de cabecera y de la cual hoy no queda nada, ni la toponimia en los mapas del Instituto Geográfico Nacional. Pero al parecer, en la jurisdicción de este señorío se encontraban los lugares de Casarrubios del Monte, Valmojado y las Ventas de Retamosa, por lo que cabe entender que Puñonrostro puede que se encontrase entre estos tres pueblos hoy de la provincia de Toledo, si no es el nombre antiguo de alguno de éstos.
¿Y quién y por qué tuvo la idea de ponerle tan elocuente nombre al lugar? ¡Pues vaya usted a saber! Echémosle las culpas, por ejemplo, al gracejo castellano.

Continuando con la historia de esta gente, al poco de comprar la casa, Juan Arias Dávila recibió en 1523 de manos de Carlos I (su madre Juana ya estaba entonces encerrada en Tordesillas con una cierta "locura senil", salvo para lo que su hijo le pidiese firmar) el título de conde de Puñonrostro como reconocimiento por haberle ayudado en su lucha contra los comuneros defendiendo el castillo de Illescas y el alcázar de Madrid. La influencia y el favor real que tuvieron los señores (luego condes) de Puñonrostro se ve reflejado en la posesión de dos castillos en la comarca de la Sagra: uno en Torrejón de Velasco y otro en Seseña, que aún conservan el nombre de castillo de Puñonrostro.

Para ir acabando, apuntar solamente que algunos de los sucesivos condes de Puñonrostro tuvieron ciertos papeles importantes en la vida política española, como Juan José Matheu y Árias Dávila, décimo conde, firmante de la Constitución de Cádiz en representación de Granada; o su hijo, Francisco Javier Arias Dávila y Matheu, undécimo conde, que fue alcalde de Madrid en 1864, mayordomo de la reina Isabel II en 1866 y presidente del Senado en 1884. Avatares de la historia, dos liberales de su época.

miércoles, 11 de abril de 2012

Typical nipón

Pongámonos a prueba: yo propongo una palabra y digamos en voz alta lo primero que se nos pase por la cabeza.

Si yo digo... Japón...

Probablemente, entre las tres o cuatro cosas has pensado rápidamente se encuentran el manga, los ninjas y samuráis, los señores bajitos haciendo fotos a señoras bajitas que muestran la V de victoria con los dedos índice y corazón de su mano derecha mientras levantan su pie izquierdo flexionando la rodilla, el monte Fuji, Oliver y Benji, el señor Miyagi, los MP3 (ó 4, ó 5...), el emperador Hirohito, el sushi, el sol naciente, el kimono, Pokémon, la plaza de España de Madrid, las artes marciales, el sombrero cónico de paja y el tempura.

¿El tempura? Sí, el tempura, esos bocaditos de verduras como empanados que ponen en los restaurantes chinos. ¿No son chinos, son japoneses? Bueno, sí y no; veamos.
Rico combinado de tempuras con deliciosa salsa de soja.
(Fuente: Loozrboy, publicado en Flickr bajo licencia Creative Commons)
Corría el siglo XVI cuando, América ya conquistada, el miedo a la selva africana y a los serracenos, los cuentos chinos (literalmente) y las guerras locales secando cada vez más las haciendas reales, la visión comercial de las potencias marítimas del momento, España y Portugal, se expande hacia el oriente, como soñó el mercader Cristóbal Colón siglo y medio antes. Pero esta vez, con la barrera de América, sin canal de Panamá y el océano Pacífico todavía en exploración, se fijaron rutas por el Mediterráneo y el Índico. Rutas que llevaron a la instalación de puertos comerciales españoles y portugueses en varios puntos de la costa suresteasiática, como Malaca, Macao, Cantón (hoy Guangzhou, o algo así), Manila o Nagasaki. Para entender el éxito de la idea baste decir que los avispados neerlandeses, copiando lo bueno y enmendando errores de, sobre todo, los españoles, se pusieron a la carrera pocas décadas después, lo que les permitió reinar en los mares y conquistar la hegemonía perdida por las desgastadas potencias ibéricas.
Entre mercaderes ávidos de riquezas, marineros a su servicio y esclavos presos haciendo de motores del barco, viajaban también misioneros dispuestos a evangelizar salvajes seres de otro mundo, como en América. Más bien, tenían la misión diplomática de hacer una pequeña avanzadilla para convencer a las gentes del lugar de establecer en sus costas un puerto comercial.
Y en esas que allá por 1549, el navarro Francisco de Javier, que después llegó a santo, acompañado por una amplio séquito de jesuitas españoles y portugueses que merodeaban por las Indias, llegó a las costas de la exótica isla de Kyushu. Allí, entre un montón de aldeas de pescadores y tras demostrar unas magníficas dotes diplomáticas, consigue establecer una parroquia católica en una vieja pagoda. Así es como se dio vía libre veinte años después al establecimiento de un importante puerto comercial al servicio de la corona portuguesa en la entonces pequeña Nagasaki (desconociendo, por supuesto, su suerte casi cuatro cientos años después).
Y como el intercambio cultural es riqueza, y muchas veces el comercio no está reñido con la religión, la Semana Santa es santa para todos, se tengan los ojos como se tengan, y el pescado crudo no está precisamente entre los platos favoritos de los europeos, por muy monjes que sean. Así que para las vigilias y los ayunos de la Cuaresma, para darle sabor a los platos sin carne, estos monjes (que de cocina sabían mucho), se propusieron freír los exquisitos manjares nipones, pero con aceite de sésamo, que de oliva evidentemente no había. Observaron que el aceite de sésamo, en ciertas condiciones de elaboración, crea una capa crujiente y sabrosa a la que le van muy bien las ricas salsas de soja tan dadas por el Lejano Oriente.
Al resultado de este frito a base de sésamo, los misioneros cocinillas le llamaron tempura, haciendo referencia al "tempora ad quadragesimae", es decir, al "tiempo hacia la cuaresma". Pero esta palabra no sólo se incorporaró al japonés, sino también a la lengua portuguesa, que desde entonces a lo que en nuestro castellano se llama "condimento", ellos lo llaman "tempero".

Descubrimiento e intercambios culinarios y culturales aparte (no sólo de tempura, sino también de tabaco, otros alimentos o formas de vestir), muy normales en los puertos de paso convertidos en ciudades cosmopolitas como lo era ya la nueva Nagasaki al servicio de la corona portuguesa, al nuevo daimyo (similar a nuestro señor feudal) Toyotomi Hideyoshi, en su afán de unificar todas las prefacturas japonesas que guerreaban entre sí desde un siglo atrás (fuera chistes, este período de la historia de Japón se conoce como Sengoku), le dio por iniciar un período autárquico (tan propio de Japón, por otra parte) y los sucesores shogunatos (a la sazón, gobiernos militares compuesto por sogunes en representación del Emperador) expulsaron, cuando no decapitaron y quemaron, a todo aquel que no tuviese los ojos rasgados hacia arriba o profesase religión occidental. Así, los miembros de la misión jesuita que todavía estaban por allí (entre los que había españoles, portugueses y también japoneses), fueron convertidos en mártires por la Iglesia Católica y algunos elevados a los altares de la santificación, como los buenos de Francisco de Santa María, Bartolomé Díaz Laurel y Antonio de San Francisco (el primer beato japonés; el nombre lo tomó tras su bautismo como cristiano y nada se sabe de su nombre de nacimiento).
El samurái de Hideyoshi y sus sucesores pudo acabar acabar con la vida de estos monjes jesuitas y de los comerciantes extranjeros, pero en la interculturalidad, dando cuenta del vago significado que casi siempre tiene la palabra tradición, los manjares quedaron indelebles hasta la posteridad y se mantuvieron como algo "typical nipón", obviando muchas veces que el verdadero origen de las señas de identidad de cualquier cultura está fuera de ella.
Más tempura de apetitosas verduras con salsa agridulce (de origen chino, no japonés)
(Fuente: Secretlondon123, publicado en Flickr bajo licencia Creative Commons)
En resumidas cuentas (como diría mi abuela), al igual que la hamburguesa "typical american" tiene su origen en los mercaderes alemanes que hacían negocio en el valle del río Ohio a finales del siglo XIX, el tempura japonés tiene su origen ibérico, como el buen jamón.

martes, 27 de marzo de 2012

Ascenso a la Quesera

Hoy tengo una para los amantes de la bicicleta y la montaña. Los "escartines" de turno tienen la oportunidad de ascender todo un puertaco, sin apenas peligro de tráfico, a pocos kilómetros de Madrid. El puerto de la Quesera se encuentra en los confines de la sierra de Ayllón. Desde la cima de sus 1715 msnm, al norte se divisa la amplia Castilla hasta el Moncayo y empezando por Riaza, y al sur la tortuosa sierra de Guadalajara. Por esa tortuosidad voy a proponeros que probéis vuestras piernas durante nada menos que 47 km, una subida digna de una etapa de la Vuelta a España (lo digo bajito para que los tropeles no desmoronen demasiado la naturaleza virgen de estas montañas). 
Aunque se puede iniciar la ascensión desde Majaelrayo y hacer "apenas" 28 km, vamos a tirar la casa por la ventana (y los pulmones por la boca) y comencemos desde Tamajón para hacer otros 18 km auténticamente rompepiernas.
Como características principales a tener en cuenta antes de poner el culo sobre el sillín, cabe mencionar que:
  • se trata de una carretera estrecha y muy curvada repleta de vacas: ¡modo precaución al máximo!; 
  • que los 28 km desde Majaelrayo hasta la cima, además de llevar asfaltado muy poco tiempo, recorre una zona prácticamente virgen sin atisbo alguno de presencia humana, por lo que no hay refugios ni fuentes ni nada de nada más que árboles y profundos barrancos; 
  • que podemos encontrarnos con rampas de hasta el 12%, también de bajada (mola levantar la vista y observar la próxima curvita y la subida que nos espera y pensar que no es el final); 
  • que es conveniente llevar coche escoba que nos recoja tras la ascensión o en Riaza, bien avisado antes porque la cobertura móvil, evidentemente, brilla por su ausencia.

Y para empezar a hacernos una idea, el gráfico de altimetría:

Altimetría Tamajón-Puerto de la Quesera
Fuente propia a partir de cartografía del CNIG, una entretenida hoja de Excel y el incombustible Paint.
Ya tenemos lo básico para iniciar el ascenso, ahora sólo nos falta un poco de voluntad (y cuerpo para ello). Desde Tamajón se sigue la carretera desde la iglesia que hay al final del pueblo, bien indicado hacia Majaelrayo, Valverde de los Arroyos y la presa del Vado. Por cierto, para incordio del concienciado ciclista, durante buena parte del trayecto nos vamos a encontrar con diversos carteles ofreciéndonos suculentos manjares a base de migas y caza en los restaurantes de los pueblos que bordeamos. Precisamos de mayor fuerza de voluntad para no caer en la tentación y librarnos del rico bien.
El camino es un subibaja constante. Obviando a la derecha el desvío hacia Valverde, los primeros cuatro kilómetros se hacen bien y además nos ofrece maravillas como la ermita de los Enebrales y una pequeña ciudad encantada, capricho de la karstificación. La piedra caliza anaranjada de esta zona de Tamajón estaba bien considerada, de tal modo que sirvió para la construcción de gran parte de los edificios del tardogótico y del renacimiento en Guadalajara, como el palacio del Infantado, el palacio de Cogolludo o el cercano monasterio de Bonaval.
A partir de ahí, comienza el vaivén. Fuerte bajada y alguna curva de herradura durante kilómetro y medio. En mitad del descenso se encuentra el cruce con la carretera que lleva a la presa del Vado, cuyo embalse se esconde entre los pinares de nuestra izquierda. Hay que continuar por la derecha hacia Majaelrayo. [Parentesis kit-kat: esto me recuerda que Majaelrayo debe ser de las pocas palabras del castellano donde después de la letra l va una r, y que nos enseña que en tal caso ésta debe ser sonora, como después de n. Si hay algún otro caso igual, que alguien me lo haga saber, sólo por curiosidad].

Prosigamos. Después de cruzar el arroyo del Abad, comienza una subidita bien maja hasta Campillejo, con alguna rampa cercana al 10%, para empezar con ganas. Desde Campillejo hasta Majaelrayo, salvo alguna breve bajada del 9%, la carretera pica para arriba.
Como apunté antes, en este tramo, sobre todo cerca de las poblaciones, es muy frecuente encontrarse vacas. Tranquilidad, no hacen nada, son animales muy insulsos, pero también les cuesta apartarse del camino, así que paciencia.
Entre El Espinar y Campillo de Ranas, a mano izquierda sale la carretera que lleva a Corralejo, un viaje intercontinental por la muralla china (llamada así por su similitud vista desde uno u otro lado). Una carretera que baja serpenteando por el cañón del río Jaramilla y vuelve a subir. Para hacerse una idea, el asfalto queda sustituido por hormigón rugoso, los quitamiedos son conglomerados de lajas de pizarra, que además se encuentran desprendidas por la carretera, y los coches, mejor bajen en primera. O lo que es lo mismo, descender más de 150 m de altura en apenas 900 de longitud; es decir, un 17% de pendiente media con rampas que no me extrañaría que llegasen al 30% (no las he medido, ni quiero).

Majaelrayo es el último núcleo poblado que hay en el camino, por aquello de coger provisiones, llenar las cantimploras y hacer una última llamadita (siempre que se sea de Movistar, y apenas). A partir de ahí, 28 km a la aventura. El pueblo se queda a la derecha de la carretera y la señal indica "Riaza 41". Sí, 41 km hasta Riaza y 36 hasta el siguiente núcleo de población, Riofrío de Riaza. Ahí es nada.
Dos kilómetros más adelante (alante, como se dice por estos lares) se corona esta primera subida iniciada en Campillejo, el Collado Llama, a 1237 msnm. Hay que considerar que tras el primer descenso llegamos a 955 msnm; o sea que se sube 282 m en 14'5 km.

A partir de ahí, breve pero intenso descenso de apenas 1 km con algunas curvejas y rampas de hasta el 10%, antes de iniciar un nuevo ascenso que lleva hasta los Picatos. Las rampas vuelven a empinarse hasta el 8 y el 10% en algunos casos, como los últimos 250 metros. Mientras, unas majadas a orillas del caudaloso arroyo de la Matilla, al principio del ascenso, recuerdan  el viejo oficio pastoril del que han vivido los habitantes de esta angosta región desde hace siglos. La cima, a 1421 msnm después de 5 km, es decir, casi un 7% de pendiente media. Esto promete.

¿Cansado? Pues nada, entre curva y curva, otro emocionante descenso, duro por las fuertes pendientes, la estrechez de la carretera y las cerradas curvas, con un "ligero" ascenso al erial de los Guijarros. El vado que deja el río Jaramilla marca el inicio propiamente dicho del puerto de la Quesera. Hasta ahora, la belleza del paisaje fue impresionante; en adelante, los barrancos y los bosques dejan una estampa de cuento (claro, si hay capacidad de levantar la mirada del manillar).
La subida deja rampas algo menos fuertes que antes, pero más continuadas, y después de 10 km, se llega a la cumbre, a 1748 msnm. Tras un ligero descenso de un kilómetro se llega al límite de las provincias de Guadalajara y Segovia, a 1715 msnm. Desde allí, al norte se divisa la amplia Castilla hasta el Moncayo, empezando por Riaza y el hayedo de la Pedrosa.


¿Cansado? Pues ahora piensa en volver.

lunes, 19 de marzo de 2012

Desde la ventana de una oficina...

...sin mucho que hacer, se divisan las casas bajas de la pequeña ciudad, con sus jardines, sus parques, sus bancos y sus columpios. Dos jóvenes charlan alrededor de una bolsa de ganchitos y dos latas de Coca-Cola, y un tercero lanza una pelota de goma para que la recoja un bull terrier.

Se divisan las calles, entramado urbano a modo de tela de araña. Calles sin vida de la zona nueva de la ciudad, con sus coches pasando expulsando humo del tubo de escape, con cuatro caminantes sin rumbo fijo adonde ir, con el tejido de pasos de peatones y rotondas que se dibujan hasta el infinito final.

Se divisan también los campos ocres alrededor de la ciudad esperando unas lluvias de primavera que no terminan de llegar, surcados por carreteras y caminos, riachuelos y acequias, caseríos y fincas, urbanizaciones que imagino serán, a la par que tranquilas, monótonas y aburridas. En el horizonte, medio escondidas tras la campiña, unas montañas grises azuladas, sin nieve, dibujan formas que entretienen estos ratos apáticos.

Se divisan nubes algodonosas que crean formas en el cielo y tapan de vez en cuando los rayos de sol para dejar una estampa de un marzo frío donde los árboles caducos todavía no pierden su condición invernal. Hace semanas que por aquí no pasa un equipo de limpieza haciendo horas dispuesto a destruir la hermosura de la hoja caída sobre la acera.

Se divisa al fondo, muy al fondo, la gran urbe, la metrópolis económico-política, con su boina negra de modernidad con la que quiere quitarse el catetismo provinciano. Nunca terminará de ser libre del todo un lugar, por muy grande que sea, que no deja escapar de las grandes torres y las anchas avenidas comerciales si no es toda la masa en tropel hacia los mismos lugares a los que conduce la rectitud de una autopista de cuatro carriles con señales que indican bien cuál es el destino. Luego es fácil encontrarse al odiado vecino del tercero, ese que no acude a las juntas y se queja de las cuotas de la comunidad, luciendo lorzas en la tumbona de al lado en la playa de Benidorm. Igual que en la urbe, sigue siendo vecino, pero con menos escrúpulos.