jueves, 21 de junio de 2012

Todo lo que sube, baja...

... los dichos populares son así de caprichosos y muchas veces sólo ponen de manifiesto la evidencia que nos muestra la experiencia del día a día. No hice falta saber por qué a Isaac Newton le golpeó una manzana en la cabeza: una pelota lanzada al aire siempre termina golpeando de nuevo el suelo formando una parábola más o menos abierta.

Los montañeros, héroes que desafían los límites de condición humana, precisan que todo lo que se sube, tiene necesariamente que bajarse. Nadie es capaz de permanecer no más de unos pocos minutos sobre la cima de una alta montaña, y resulta necesario volver la base, si no la supervivencia peligra. También son conscientes de que el descenso ha de ser si cabe más cauto y calculado que el ascenso y nunca en solitario, pues el riesgo de despeñarse y morir en el intento es muy grande.

Roma no lo llegó a comprender del todo, ni conocía en el pasado una experiencia de la que aprender. La degeneración moral de sus valores clásicos, algunas epidemias, el cambio climático y desertificación de parte del Mediterráneo, la inestabilidad política, el desinterés y hartazgo de la población por la cosa pública, la incapacidad de contener las invasiones por el norte y la crisis del modelo de producción. Todo esto llevó a una época obscura, de retroceso absoluto del pensamiento europeo y de la búsqueda de un sentido a la existencia del ser humano. En apenas un siglo se derrumbó una magna obra todavía en construcción que había durado hasta entonces mil años y de la que se tardó otros mil quinientos en de recuperar sus cimientos.

Lo que los occidentales llamamos Occidente, vestigios esparcidos de lo que fueron las Grecia y Roma clásicas, experimentó una fuerte revolución cultural, moral, económica y política que lo sacó del más absoluto ostracismo en tan solo dos siglos, eso sí, previo pago de cruentas guerras, berreas patrioteras, mesianismos, avaricias y demás peccata (minuta o hujusmodi, cada cual considere lo que crea). Pero, todo lo que sube, baja, y una pelota que describe una parábola que alcanzó su vértice en doscientos años, puede caer en un abrir y cerrar de ojos, o esos montañeros que con tanto esfuerzo alcanzaron la cima a más de ocho mil metros, pueden perder la vida en un segundo si no tienen la suficiente precaución en el descenso. La diferencia de Occidente con la Roma clásica es que ahora tenemos más memoria para comprenderlo, pero también tenemos menos consciencia para interpretarlo.


Vestigios de Pompeya.
(Fuente: Eventos y lugares de Roma)

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