martes, 21 de agosto de 2012

Una de literatura: la historia de Allan Karlsson

Un día cualquiera sin nada mejor que hacer: a dar una vuelta por los pasillos de los grandes almacenes. Generalmente prefiero pasear por la sección de librería, música y electrónica de la segunda planta a ver ropa pija Made in China a precio de oro. Y por allí, en una columna que hace las veces de improvisada estantería de "novedades, pero no tanto", a una altura de casi dos metros para que se vea menos, hay un libro que capta mi atención. Uno de esos flechazos que te da la intuición, que terminas por rascarte la barbilla y preguntándote qué dirá la contraportada.
Quizá fue la fotografía de un viejo centenario con un batín rosa y un explosivo de TNT en el bolsillo. O a lo mejor su título tan descriptivo: El abuelo que saltó por la ventana y se largó. Seguramente la combinación de ambos sea más que suficiente para que termine de convencerme para leer la contraportada y pronosticar que me gustaría. No comienza con el clásico "lugar, fecha", empezamos bien. Devuelvo directamente a su lugar esos libros. Continúo. "Allan Karlsson", "celebración de su cumpleaños", "se fuga de la residencia de ancianos", " se encamina a la estación de autobuses", "un joven le pide que vigile su maleta", "se sube [al autobús] con la maleta" "¡santo cielo!, millones de coronas de dudosa procedencia", "a lo largo de su centenaria vida ha tenido un montón de experiencias", "encuentros con personajes como Franco, Stalin o Churchill", "amistades comprometedoras como la esposa de Mao", "agente de la CIA", "ayudar a Oppenheimer a crear la bomba atómica", "está a punto de poner el país patas arriba"...
¡Esto es genial! Tiene que estar divertido.

Total, que dos días después paso por la librería, doy un billete de 20 € y me llevo a cambio una estampa  metálica dorada y plateada con la efigie del rey de España y un libro blanco de unas 400 páginas con la fotografía de un viejo centenario con batín rosa y un explosivo de TNT en su bolsillo y una inscripción en la cabecera que pone:


He de admitir que hacía mucho tiempo que no me reía tanto leyendo un libro, que no me enganchaba así a una lectura como esta vez. Mucho tiempo.

Allan Emmanuel Karlsson es un tipo despreocupado, que vive ajeno al reloj y al almanaque. Su único lujo es tener algo que hacer, aunque sea hacer nada, y con tener a alguien a quien ayudar. Un tipo muy generoso con la condición de caerle bien entre aguardiente y aguardiente y su amistad.
El bueno de Allan se pasa la vida de un lado a otro del mundo tratando con un ingenuo hombrecillo lleno de medallas llamado Francisco Franco, un chistoso Harry S. Truman, una irritante Song Mailing (esposa del inútil de Chiang Kai-Chek), una bella Jiang Quing (esposa de Mao Tse-Tung) y un viejo influyente llamado Wiston Churchill. Conoció a Stalin, del que comprobó que "estaba como un cencerro", sirvió de pañuelo al pequeño Kim Yong Il y estuvo entre las enemistades de Charles De Gaulle y Lyndon B. Johnson. Ayudó a crear la bomba atómica, cruzó el Himalaya en camello, sirvió en la CIA... y dejó profundas amistades por el camino como el chico español aquel que pudo ser cuñado de Primo de Rivera, el misionero británico que se dedicaba a poner de mal humor a todos los persas (¡pobre loco!) o Herbert Einstein, el hermano bastardo y poco lúcido de Albert.
Allan odia la política y pasa de la religión, pero se serena hablando de sus batallitas entre copita y copita de aguardiente. De hecho, considera que esa es la única manera de resolver los conflictos internacionales y que nunca hay que fiarse de un abstemio.

Con cien años, habiendo vivido lo que ha vivido, no le apetece celebrar su cumpleaños rodeado de viejos cansados, politicuchos oportunistas y la bruja de Alicia, su cuidadora, y ya que uno no elige cuando morir por mucho que lo intente, salta por la ventana en busca de algo que hacer. No importa el lugar, ni nunca le importó antes. En la estación se topa con una maleta llena de dinero de procedencia un tanto ilegal que se olvida aquel joven, coge el primer autobús que sale y se baja en la parada que le alcanza con un billete de 50 coronas suecas. A partir de ahí inicia un periplo perseguido por la policía, por bandas mafiosas y por una prensa ávida de amarillismo. Lo demás, en las páginas del libro.

En resumen, que las carcajadas están aseguradas y, además, uno gana un verdadero héroe en su corazón llamado Allan Emmanuel Karlsson.

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