lunes, 19 de marzo de 2012

Desde la ventana de una oficina...

...sin mucho que hacer, se divisan las casas bajas de la pequeña ciudad, con sus jardines, sus parques, sus bancos y sus columpios. Dos jóvenes charlan alrededor de una bolsa de ganchitos y dos latas de Coca-Cola, y un tercero lanza una pelota de goma para que la recoja un bull terrier.

Se divisan las calles, entramado urbano a modo de tela de araña. Calles sin vida de la zona nueva de la ciudad, con sus coches pasando expulsando humo del tubo de escape, con cuatro caminantes sin rumbo fijo adonde ir, con el tejido de pasos de peatones y rotondas que se dibujan hasta el infinito final.

Se divisan también los campos ocres alrededor de la ciudad esperando unas lluvias de primavera que no terminan de llegar, surcados por carreteras y caminos, riachuelos y acequias, caseríos y fincas, urbanizaciones que imagino serán, a la par que tranquilas, monótonas y aburridas. En el horizonte, medio escondidas tras la campiña, unas montañas grises azuladas, sin nieve, dibujan formas que entretienen estos ratos apáticos.

Se divisan nubes algodonosas que crean formas en el cielo y tapan de vez en cuando los rayos de sol para dejar una estampa de un marzo frío donde los árboles caducos todavía no pierden su condición invernal. Hace semanas que por aquí no pasa un equipo de limpieza haciendo horas dispuesto a destruir la hermosura de la hoja caída sobre la acera.

Se divisa al fondo, muy al fondo, la gran urbe, la metrópolis económico-política, con su boina negra de modernidad con la que quiere quitarse el catetismo provinciano. Nunca terminará de ser libre del todo un lugar, por muy grande que sea, que no deja escapar de las grandes torres y las anchas avenidas comerciales si no es toda la masa en tropel hacia los mismos lugares a los que conduce la rectitud de una autopista de cuatro carriles con señales que indican bien cuál es el destino. Luego es fácil encontrarse al odiado vecino del tercero, ese que no acude a las juntas y se queja de las cuotas de la comunidad, luciendo lorzas en la tumbona de al lado en la playa de Benidorm. Igual que en la urbe, sigue siendo vecino, pero con menos escrúpulos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Madrid seguirá siendo provinciano mientras los de pueblo, como yo, sigamos invadiendolo con nuestras manías rurales :D

¡¡ Buen regreso bloguero¡¡

Ana

David Esteban Serrano dijo...

¡Con el aire que le das tú a los madriles!