El antaño Presidente del Gobierno de España, el hoy “emérito” José María Aznar, puso de moda durante su etapa de servicio al país un deporte cuarto y mitad tenis, cuarto frontón: el pádel[1]. A esto se le ha unido el éxito del insigne tenista Rafa Nadal, que por otra parte no cabe más que levantar mi admiración.
Desde entonces, en las ciudades y urbanizaciones de lujo españolas ha habido una fiebre de construcción de pistas especializadas para estos deportes. En el caso de Guadalajara se ha llegado incluso a eliminar pistas de fútbol sala y baloncesto (muy escasas en toda la ciudad, por cierto) en favor de las de pádel[2]. Es decir, donde antes jugaban habitualmente diez o doce ahora juegan dos o cuatro, y de vez en cuando. Además, mientras se planea construir una ciudad del tenis con no sé cuántas pistas que se añadirán a las tropecientas ya construidas en toda la ciudad (todas ellas de alquiler, para fomentar el deporte), solamente se está construyendo un par de campos de fútbol 7 y una cancha de futbol sala, voleibol, baloncesto y demás juegos de cancha polideportiva en el nuevo polideportivo de Aguas Vivas.
Todo esto responde a una nueva concepción del mundo que bebe del individualismo neoliberal más feroz. Desde las administraciones (sobre todo locales y autonómicas) se ha fomentado la práctica de estos deportes de competición individual o colegiada en pareja, donde lo que priman son el esfuerzo de superación individual y de competencia directa ante el rival. Frente a esto, aparecen denostados los deportes colectivos, donde priman la solidaridad y la cooperación entre compañeros para vencer al contrario.
Guadalajara debe ser una de las ciudades de España con menos campos de fútbol por habitante, y una en las que más canchas de tenis y pádel habrá proporcionalmente. Una apuesta absoluta por el individualismo propugnado por el liberalismo más extremista de corte austríaco-chicagüense y expandido al mundo desde los dólares de Wall Street y el celuloide hoollywoodiense. En frente, unos valores solidarios europeos que han de identificarnos y que estamos perdiendo.
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[1] Adaptación gráfica informal, ya que, de lo novedoso que es, el diccionario del la Academia de la Lengua Española todavía lo llama paddle, en inglés.
[2] Me refiero a las del complejo deportivo de San Roque.
Desde entonces, en las ciudades y urbanizaciones de lujo españolas ha habido una fiebre de construcción de pistas especializadas para estos deportes. En el caso de Guadalajara se ha llegado incluso a eliminar pistas de fútbol sala y baloncesto (muy escasas en toda la ciudad, por cierto) en favor de las de pádel[2]. Es decir, donde antes jugaban habitualmente diez o doce ahora juegan dos o cuatro, y de vez en cuando. Además, mientras se planea construir una ciudad del tenis con no sé cuántas pistas que se añadirán a las tropecientas ya construidas en toda la ciudad (todas ellas de alquiler, para fomentar el deporte), solamente se está construyendo un par de campos de fútbol 7 y una cancha de futbol sala, voleibol, baloncesto y demás juegos de cancha polideportiva en el nuevo polideportivo de Aguas Vivas.
Todo esto responde a una nueva concepción del mundo que bebe del individualismo neoliberal más feroz. Desde las administraciones (sobre todo locales y autonómicas) se ha fomentado la práctica de estos deportes de competición individual o colegiada en pareja, donde lo que priman son el esfuerzo de superación individual y de competencia directa ante el rival. Frente a esto, aparecen denostados los deportes colectivos, donde priman la solidaridad y la cooperación entre compañeros para vencer al contrario.
Guadalajara debe ser una de las ciudades de España con menos campos de fútbol por habitante, y una en las que más canchas de tenis y pádel habrá proporcionalmente. Una apuesta absoluta por el individualismo propugnado por el liberalismo más extremista de corte austríaco-chicagüense y expandido al mundo desde los dólares de Wall Street y el celuloide hoollywoodiense. En frente, unos valores solidarios europeos que han de identificarnos y que estamos perdiendo.
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[1] Adaptación gráfica informal, ya que, de lo novedoso que es, el diccionario del la Academia de la Lengua Española todavía lo llama paddle, en inglés.
[2] Me refiero a las del complejo deportivo de San Roque.
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