Cuando acudo a una librería y escojo un libro de alguna estantería, lo primero que hago es observar la portada. Le doy la vuelta y leo la contraportada. Lo abro por el índice, después por el centro. Observo sus letras, sus títulos, sus números de página, sus imágenes. Acerco mi nariz y paso rápidamente sus páginas ayudado con el dedo gordo de la mano derecha. Lo huelo. Lo escucho. Lo palpo. Hay quien incluso lo saborea llevándose a la punta de la lengua el dedo índice con el que ha pasado las páginas. Yo, por desgracia, no tengo muy desarrollado ese sentido.
Cada libro, con su papel y su tinta, tiene un olor, un sonido, una textura y hasta un sabor que le hace distinto a los demás. Se huelen, se escuchan, se palpan y se saborean los años del libro. Se pueden hasta adivinar los hábitos de otras personas que lo leyeron: si fumaba y qué fumaba, si lo hizo convivir con otros libros, si lo abría y aireaba habitualmente, en qué momentos del día lo leyó. Se adivina el tiempo que pasó por el libro.
Un libro no solo se lee con la vista. Un libro también se lee con el olor, con el sonido, con la textura y con el sabor de sus páginas. Un libro se vive y apetece con los cinco sentidos.
Desde hace poco están intentando poner de moda los e-book (libros electrónicos), unas consolas en las que se introducen unos chip con datos por una ranura y simula ser un libro. Pero solo eso, simula.
El e-book imita muy bien la parte visual del libro. Pero pierde el olor, el sonido, la textura y el sabor del libro de papel. Para pasar las páginas en los e-book basta con presionar un botón o pasar el dedo índice por la pantalla, sea cual sea el libro y lo que contiene. No huele; el sonido, si se predetermina, es siempre el mismo, metálico e irreal; el tacto se reduce al de los dos puntos de apoyo de la consola, que siempre será la misma, y ¡ay de quien guste de mojar la yema del dedo para pasar las páginas!
El libro no atrae sólo con la vista; llama a los cinco sentidos, y el lectos se acerca con todos ellos. Como las sirenas llaman a Ulises, y Ulises se entrega a ellas de cuerpo y alma, con sus cinco sentidos. El e-book trata las palabras como un (in)útil de usar y tirar, y se olvida de su sustancia, de los cinco sentidos que las amarran para que perduren en la eternidad.
Los que amamos los libros los seguiremos amando con los cinco sentidos, porque nos gusta hacer el amor con la vista, el olfato, el oído, el tacto y, sobre todo, el buen gusto.
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