sábado, 17 de octubre de 2009

Elección política de un españolito medio

Los españoles, y me temo que la mayoría de los ciudadanos de los países ricos, tenemos una forma muy peculiar de elegir nuestras preferencias políticas. A priori es sencilla: decántate por unas siglas a las cuales llamarás izquierda o derecha según se diga cada cual y síguelas incondicionalmente, repite su discurso vago y lleno de tópicos continuamente,en las tertulias del bar, en la cola del banco o echando una partida de mus, y berrea y menosprecia al que apoya a las contrarias. Pese a parecer fácil, forjar esta identidad requiere en nuestro país un proceso de evolución desde nuestra adolescencia hasta la madurez.

El curioso hecho comienza a ser consciente desde la edad del pavo, cuando las hormonas empiezan a dar al ser humano una intranquilidad, un deseo de independencia y una bordería traída por la necesidad de comerse el mundo y la boca más cercana. Se produce la primera gran elección que determinará nuestro pensamiento si no toda, gran parte de nuestra vida: rojo o facha. No hay más elección, si se quiere estar en el mundo y en la moda, o se es "anarquista-marxista-comunista-socialista" o se es "fachilla-hitleriano-franquista".

Varios son los elementos que se toman para externelizar la nueva ideología. Si se es rojo, se es republicano y se apoya a CNT, PCE, PCPE, ERC (si se es catalán), Batasuna (si se es vasco), BNG (si se es gallego) o todos juntos, como si fuesen la misma causa y fuesen completamente compatibles. A esas edades, con pocas ganas de estudiar y encima en la ESO da igual los avatares históricos, las luchas y conspiraciones entre unos y otros, los orígenes, etcétera. Pero no vale con cantar "si los curas y frailes supieran la paliza que se van a llevar" (una de tantas que se aprenden por entonces), hay que remarcarlo con estrellas rojas en la mochila, logos de grupos como Reincidentes, Boikot, La Polla Records o Mano Negra (es la música que le debe gustar a buen un rojo de toda la vida, aunque últimamente también se les une Macaco, Muchachito Bombo Infierno o Huecco) [1], peinados extrafalarios, ropa de Floritos, camisetas de los mismos grupos que antes he mentado, una cierta atracción por la marihuana y las litronas de cerveza.
Las fuentes de inspiración son muchas: los padres, los amigos, los padres de los amigos, lo que les haya impactado a los amigos y por lo tanto a uno mismo, lo que esté de moda en ese momento entre el entorno de amigos... Claro, que los amigos también se empiezan a hacer en función de si son rojos o fachas; es como una pescadilla que se muerde la cola.

Si se opta por ser facha, la transformación diaria mañanera no es menos complicada. Se es facha a todos los efectos: se alza el brazo ala aire y se canta el Cara al sol, se emociona uno al ver un pollo negro rampando por el viento, apoya incondicionalmente a la Falange de turno que haya en el barrio o toque por elección supina (inicialmente se desconoce la varidedad de Falanges y se apoya a todas a la vez, aunque realmente se peguen entre ellas) hasta que uno se harta de tanto dedo corazón y se acaba tirando hacia el PP (PNV en el caso de los vascos y CiU en el caso de los catalanes) , que resulta que es Hispania institucionalizada. No pregunte quiénes fueron Goebles, Himmler, Anton Drexler o Gregor Strasser, da igual; Hitler era el líder, Mussolini su lugarteniente y Franco su personalidad en la España nuestra y levantada; con eso basta.
La indumentaria habitual pasa por pulseras rojigualdas , jerséis con rivetes rojigualdas, polos con cenefa en cuello y puños rojigualdas, citurón rojigualda, calcetines blancos con dos rayas rojas y una amarilla en entre ambas, crucifijos rojigualdas... Cualquier cosa es válida si permite mostrar lo buen español que es uno. Porque ser buen español significa llevar la bandera grabada hasta en la bragueta, cantar el Cara al sol, gritar viva España (o arriba, según se dé), ir a misa los domingos (si se puede uno levantar de la cama) y votar al PP (CiU o PNV, según casos). Ser buen ciudadano y respetar y trabajar por los demás españoles da igual; eso si son españoles y no catalanes o vascos o rojos, o todo junto, que no son españoles sino escoria. Puede aplicarse del mismo modo si se es catalán o vasco, solamente hay que cambiar los colores de los trapos nacionales.
La inspiración viene del mismo lado que los rojos, solo que esta vez los avatares de la vida les ha llevado a la elección correcta y no al grave error de esos guarros desarrapados.

Cuando ya se tienen diecisiete o veinte años ya no se es rojo o facha, se evoluciona a "de izquierdas" o "de derechas". Algunos comienzan a militar en esos órganos de adoctrinamiento y comida de seso de los partidos políticos llamados comúnmente juventudes. A algunos otros les da por estudiar y a otros, los más, por buscar trabajo en cualquier lado. Esta fase apenas afectará a la potenciación del sentimiento ideológico, únicamente que los primeros buscarán bien formas de explicar la ideología (los menos), bien formas de justificarse con argumentos vagos, pobres, falaces y fáciles de llevar a la masa (los más). Los segundos seguirán embruteciéndose merced a los primeros.

Llegada la madurez ya se es de izquierdas o de derechas, o séase, del PSOE (con pequeñas excepciones, reminiscencias de la juventud) o del PP (CiU si se es catalán o PNV si se es vasco). Pero aveces la madurez también lleva a la posibilidad de un cambio. Se puede pasar de militar en grupos maoístas y tirar cócteles molotov en las manifestaciones contra la policía a presidir organizaciones ultraliberales, o de ser una prolífica joven promesa del neofascismo europeo a un autoconvencido marxista. Aunque siempre queda algo de lo vivido, todo marca de cierto modo.

España es un país en el que no importa lo que digan los partidos. Nos acostumbramos a un discurso que seguimos incondicionalmente, que acatamos o despreciamos según venga de mi partido elegido o del prófugo hereje. Casi nadie se ha parado a pensar si lo que divulgan los políticos por sus bocas es lo que realmente uno cree que es mejor, menos bueno o peor, si hay otras alternativas, si se puede mirar de otra manera. En fin, nadie se ha parado a hablar con los clásicos, ver la historia, discutir consigo mismo, forjar un pensamiento propio independientemente de lo que divulguen los políticos de turno porque actúe bajo unas siglas determinadas. Lejos quedan las teorías de la democracia de Joseph Schumpeter o Anthony Downs, entre otros muchos, por las cuales los partidos aclimatan su discurso a los deseos de la gente. Más bien, los partidos buscan los intereses de los suyos y convencen a la gente con lo que quiere oír para que le voten. Un verdadero círculo vicioso que adormece a las masas y viene muy bien a los poderosos para mantenerse en la cúspide aún trabajando mucho cual oligarcas y no tanto por los ciudadanos.

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[1] Perdón por mentar a todo estos grupos musicales. No es mi intención devaluar su trabajo (todo lo contrario), sino reflejar una realidad social.

2 comentarios:

nessa ancalime dijo...

Yo no pienso que eso sea asi, ten encuenta a la gente desde su niñez no es ni rojo ni facha.

David Esteban Serrano dijo...

Por eso hablo del "españolito medio" y no de "los españolitos". De todas formas es una crítica a una situación muy dada en nuestra sociedad, que no tiene por que ser generalizable.