miércoles, 28 de octubre de 2009

De cómo corromper la democracia y volver al mito de las dos Españas

Entre negociaciones y discusiones sobre quién debe presidir Caja Madrid, se está tratando la democracia con una patada en el culo. Claro está que importa más mantener o aumentar su cuota de poder que el dinero de los clientes de la caja y los intereses de los madrileños, dueños al fin y al cabo de ésta. Y todo viene de la lucha por el poder de dos trepas reconocidos de la política, Alberto Ruiz Gallardón, alcalde de Madrid, y Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid. Cada uno quiere poner a su candidato como una forma de ganar sitio para cuando llegue la ansiada sucesión en la presidencia de su partido, ya sea por elección o por dedazo. Entre unas cosas y otras, lo que ahora nos concierne es que, al parecer, ambos están convencidos de que la batalla finalmente la tendrá que dirimir Mariano Rajoy, el presidente de su partido.

Pero vayamos por partes. El consejo de administración de Caja Madrid debe ser elegido por la asamblea, pero en este caso no hay acuerdo entre los asamblearios, encabezados por Ayuntamiento y Comunidad de Madrid, por lo que se les ha ocurrido la feliz idea de que como ambos están gobernados por gente del Partido Popular, ha de ser el presidente de éste quien arbitre, es decir, quien elija en última instancia al presidente de la caja y a su consejo de administración. ¿Pero quién es Mariano Rajoy? No es más que un diputado, líder del principal partido de la oposición; punto. No tiene poder ni está legitimado para tomar decisiones administrativas ni para gobernar más allá de su partido político. ¿Cómo que debe ser Rajoy entonces?

Caja Madrid es una entidad financiera pública que pertenece a los madrileños (de la región y del municipio) y que están representados en su asamblea por los ayuntamientos, la Comunidad de Madrid y las principales fuerzas sociales. No es una empresa del Partido Popular. Si la asamblea no se pone de acuerdo sobre quién debe dirigir la caja, tendrá que ser una institución acreditada y legitimada la que arbitre, o seáse, Banco de España; o sino, antes que cualquier partido político, el Gobierno de España, que para eso tiene el mandato otorgado por el Congreso de los Diputados.

Si finalmente es Mariano Rajoy quien decide, y nombra, al presidente de Caja Madrid, éste carecerá de toda legitimidad porque el presidente del PP como tal no tiene poder de decisión alguno, por mucho que el afortunado sea el mejor de los posibles.

Pero mucho más grave aún es saltarse a la torera la decisión de la ciudadanía a la hora de otorgar poderes, y que sea cualquier diputado quien pueda decidir sobre todos es una sucia forma de corromper la democracia.

Pero es que en este país ya estamos acostumbrados a que el líder de la oposición, se llame como se llame y sea del partido que sea, actúe como si fuera el presidente de media España, de los diez millones (y sus correspondientes familias) que le votaron, asistiendo a asuntos de Estado como tal y ya encima tomando decisiones que no incumben a su partido solamente, sino a la sociedad en toda su amplitud. Este es el verdadero mito de las dos Españas que se dedican a fomentar nuestros políticos.

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